
Nuestro compañero Manolo Gari publica este texto en CTXT
El filósofo José María Ripalda afirma que “nos cuesta muchísimo pensar contra el capital”. Y ello no es un asunto menor. Es uno de los problemas que lastran políticamente a quienes, conscientes de las lacras del capitalismo, no logran (logramos) formular ni un diagnóstico acabado de la evolución del sistema ni una alternativa ecosocialista consistente. Esa dificultad también explica que la mayor parte de la izquierda social y política, pese a la evidencia de la gravedad de la crisis civilizatoria formada por la argamasa desigualdad, pobreza y deterioro de la biosfera, haya tirado la toalla y busque desesperadamente medidas meramente reguladoras del sistema para embridarlo, “humanizarlo” y, sin cambiarlo de raíz, hacerlo “ambientalmente sostenible”.
Mientras tanto, desde el lado de los partidarios del lucro privado como motor de la economía, existen formulaciones descarnadas como las de Donald Trump que sin ambages no solo niegan la mayor respecto al cambio climático, sino que ven en la desigualdad un acicate para la mejora social, en la defensa tribal de sus intereses nacionales el principio rector de las relaciones entre pueblos (a saquear) y en el autoritarismo la mejor forma de gobernar. Pero, a la vez, y con el fin de preservar el futuro del capitalismo, hay sectores empresariales como el representado por Georges Soros que, ante la evidencia de los problemas señalados y del creciente deterioro de la democracia, buscan soluciones que atemperen los efectos más sangrantes en el marco del mercado bajo la premisa dogmática de la prevalencia del mantenimiento de la tasa de ganancia como criterio rector de las políticas a seguir. El financiero encabeza un sector que no niega las evidencias, pero solo es capaz de imaginar soluciones manteniendo, mediante correcciones, el sistema que ha generado los problemas. Y no está sólo.
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