Artículo publicado por nuestro compañero José Luis Fdez Casadevante «Kois»en Climática

No somos la caricatura antropológica que cotidianamente dibujan muchos medios de comunicación e industrias culturales. No somos la fiera reprimida que se descontrola en cuanto la normalidad se quiebra. No somos ese homo economicus egoísta que se mueve mediante un cálculo permanente de coste beneficio. Somos mucho mejores.
El apagón del pasado lunes 28 de abril supuso a grandes rasgos un enorme ejercicio de civismo, de resignación lúdica y paciente, de profesionalidad y compromiso de quienes trabajan en los servicios públicos. Acariciamos la catástrofe, pero no se consumó.
No saber todavía las causas no nos exime de pensar las consecuencias. Algunas políticas, como garantizar un mayor control público de un sector estratégico o rediseñar la arquitectura de la red eléctrica para profundizar en la transición hacia las renovables; otras económicas como democratizar el modelo; y unas sociales que se han quedado fuera de la conversación, pues esta vez no las hemos necesitado. Me refiero al desarrollo de mecanismos de resiliencia comunitaria con capacidad de intervenir ante este tipo de fenómenos disruptivos.
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