Artículo publicado por nuestra compañera del FORO, Carmen Madorran, en CTXT:
Este lunes 7 de octubre ha sorprendido la acción no violenta de desobediencia civil convocada por 2020 Rebelión por el Clima y Extinction Rebellion. Integrados en el movimiento ecologista y hermanados con otros grupos similares en muchas partes del mundo, intentan poner en marcha una rebelión climática no violenta con la que quieren alertar al resto de la sociedad y a los gobiernos de que hasta aquí hemos llegado; que la crisis climática no es una broma y que, o actuamos ahora con la contundencia que requiere, o estamos literalmente vendidos. Empleando la acción directa no violenta y recuperando así una de las herramientas de la desobediencia civil, el corte temporal del tráfico en Nuevos Ministerios, en Madrid, y la acampada frente al Ministerio de Transición Ecológica que continuará esta semana (con charlas y talleres a lo largo del día) quiere hacer visible este problema y trasladar al Gobierno sus demandas.
En concreto, estas pasan por declarar la emergencia climática y acompañarla de la reorientación de recursos necesaria para que no quede en papel mojado, o lo que es lo mismo, tomarse en serio lo firmado en los acuerdos de París: limitar el calentamiento global a 1,5ºC. Otra de las exigencias que han puesto sobre la mesa –y que debería ser una obviedad– es que el Gobierno diga la verdad. Que diga la verdad sobre los devastadores efectos que la actual forma de hacer las cosas (el modelo de producción, distribución y consumo que damos por hecho) tiene sobre el planeta y sus recursos. Sobre esto, bastaría con recurrir a la abrumadora evidencia empírica aportada con cada vez más desesperación por científicos de todo el mundo (los informes del IPCC serían el ejemplo más visible). Y decir la verdad, aunque sea entre titubeos, podría ser el primer paso para aceptarla: para aceptar que nuestros sistemas sociales y económicos –sostenidos por el uso desaforado de combustibles fósiles y generando una cantidad ingente de residuos– tienen mucho que ver con la profunda crisis socioecológica que atravesamos. De ahí se sigue la necesidad de poner en marcha un frenazo de emergencia, de adoptar una serie de cambios profundos que pasan por reducir enormemente nuestro consumo de energía y materiales. Para que los cambios necesarios dejen de ser un desiderátum genérico (fácil de generar consenso precisamente por lo etéreo), una de las propuestas que lanzan al Gobierno es la aprobación de una Ley Nacional de Emergencia Climática que fije como objetivo urgente reducir las emisiones de gases de efecto invernadero e impedir que la huella de deterioro ecológico de nuestro territorio supere su biocapacidad. Seguir leyendo