Nuestro compañero Antonio Lucio publica este texto en EL DIARIO
La COVID-19 nos ha colocado ante la necesidad de imaginar respuestas inmediatas lo más inteligentes posibles en todos los órdenes. Y a su vez nos obliga a hacer otro tanto respecto al día después. Se trata de un desafío colectivo en el que todos tenemos que arrimar el hombro y actuar con buena voluntad, desde el impulso y liderazgo de las administraciones competentes, pero con un papel fundamental de la responsabilidad individual de los ciudadanos y las capacidades propositivas y operativas del tejido social y empresarial. La movilidad urbana está siendo, y va a ser, uno de esos ámbitos críticos en los que se nos presenta tal desafío colectivo.
Lo cierto es que el golpe de la pandemia no nos sorprendió en un «vacío de imaginación»; sino en medio de un largo proceso de repensar nuestras inercias, conscientes de algunas de sus patologías, y también de aquellas cualidades por valorar y preservar. Esto es algo que se repite en otros campos. Pero que es especialmente evidente en el supuesto de las ciudades, de su movilidad, su calidad del aire, la salud de sus habitantes asociada a sus hábitos, su modelo de desarrollo urbano, su rehumanización en definitiva. Incluso se ha llegado, mediante un acuerdo global en el marco de Naciones Unidas-Habitat (en el que participa España) a definir una «Nueva Agenda Urbana», que incluye todas esas consideraciones, y se complementa con los ODS y el Acuerdo de París de Energía y Clima. Seguir leyendo