Articulo publicado por nuestro compañero Florent Marcellesi en Agenda Pública
Tras meses en estado de hibernación, la Ley de Cambio Climático llega a su recta final en el Congreso. Y llega en un momento político propicio para dar un salto cualitativo. La Unión Europea está dando pasos muy importantes hacia una mayor ambición en su Ley Climática, Estados Unidos ha vuelto al Acuerdo de París y, en un fallo histórico, la Justicia gala acaba de determinar al Estado francés responsable de inacción climática.
Nada de esto nos tendría que sorprender. El cambio climático está cada vez más presente en nuestras vidas. Ya sean filomenas o borrascas extremas, sequías o inundaciones, danas o mega-incendios, estamos sintiendo en nuestra propia carne, salud y economía el efecto directo del calentamiento global. No lo podemos eludir: la ley de Cambio Climático no es una ley más. Se trata de una de las más cruciales para el porvenir de este país, de nuestra juventud y su derecho al futuro. Junto con los fondos europeos de recuperación, puede y debe sentar las bases de una transición ecológica y justa, que adecúe nuestra economía y nuestro modo de vida a los límites biofísicos del planeta. Con esta ley, nos jugamos nuestro bienestar de las próximas décadas.
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