Nuestro compañero Florent Marcellesi publica esta columna en PÚBLICO
La crisis de la Covid-19 evidencia con claridad que ante una emergencia, en este caso sanitaria, no todas las personas somos iguales. Aún más con respuestas políticas, como las del Gobierno madrileño, que refuerzan la segregación y la estigmatización. Cuanto menor poder adquisitivo, menor nivel educativo o menor posibilidad de trabajar a distancia tiene una persona, más probabilidad de contagiarse, y pagar caro las consecuencias sanitarias, sociales y económicas del coronavirus.
Pasa exactamente lo mismo con otra emergencia, hoy en segundo plano, pero cuya ola presente y futura supera con creces la pandemia actual: la emergencia climática. Quién más ya está sufriendo los efectos devastadores del cambio climático son las personas y colectivos más desfavorecidos o más vulnerables (que representan cada vez una mayor proporción de la población, incluidas las clases medias). Tanto las y los migrantes climáticos en África o Asia, las y los desplazados por los megaincendios de Australia y California como todas aquellas personas afectadas por las DANAS o sequías en España. Nadie se libra del cambio climático pero a unos les afectará más o menos que a otros; dependiendo de dónde hayan nacido, claro. No es lo mismo Vallecas que Chamberí. África que Europa. Hoy, para importantes franjas de población, es un lujo poder llegar a fin de mes y, al mismo tiempo, evitar el fin del mundo. Continuar leyendo