Este viernes 22 de abril en Nueva York, el acuerdo climático de París será ratificado por 155 países. Siendo uno de los mayores éxitos diplomáticos (que no científicos ni ecológicos) de la historia, esta resolución marca la nueva acción climática en España y en la Unión Europea. Atrás debe quedar la clamorosa e incomprensible ausencia del cambio climático en las últimas elecciones generales del 20 de diciembre. Ahora, con ambición y responsabilidad, solo cabe el objetivo de una economía totalmente libre de carbono para 2050. La era de los energías sucias y del despilfarro ha terminado. Empieza la era de las energías limpias y de la sobriedad energética.
Entrar de lleno en esta nueva era post-COP21 pondrá a España y Europa a la vanguardia de la acción climática mundial. Supondrá deshacerse cuanto antes del penoso legado del peor ministro de Industria de la democracia, el Sr. Soria. Implicará un cambio de modelo energético, productivo y de consumo a favor de las generaciones presentes y futuras. Por supuesto, creará cientos de miles de empleos sostenibles y de calidad, y fortalecerá la economía del futuro. Esta transición hacia una economía sin emisiones, 100% renovable y de bajo consumo no le hará el juego al oligopolio energético y a algunos sectores económicos del pasado. No, dará el protagonismo a las pequeñas y medianas empresas, cooperativas, autónomos, organizaciones y ciudadanía que apuestan por conjugar economía y ecología.
¿Cómo se lleva a cabo esta acción climática? Por ejemplo, desde Los Verdes Europeos ya estamos trabajando duro para que la UE actualice al alza sus objetivos climáticos y energéticos para 2020 y 2030 a la altura del acuerdo de París. Utilizamos este acuerdo como punto de referencia para todas las reformas europeas previstas sobre energías limpias, eficiencia energética, mercado eléctrico o comercio de emisiones. Pero más allá, es también una herramienta fundamental para que cualquier política europea (económica, social, diplomática, etc.) sea coherente con la lucha contra el cambio climático. Por ejemplo, el acuerdo de París tendría que ser el argumento definitivo contra el TTIP puesto que este tratado de comercio e inversiones entre la UE y EEUU supondría un aumento drástico de emisiones de C02. En el siglo XXI, la economía tiene que estar al servicio del clima.
A nivel español, hemos registrado en el Congreso diferentes iniciativas relativas a los acuerdos de París que van desde la imprescindible transición energética (reducción del consumo de energía, renovables y autoconsumo), un plan nacional de empleos verdes (hasta dos millones de puestos de trabajo en diversos sectores que reduzcan las emisiones de nuestra economía), protección de los refugiados ambientales y climáticos (la degradación ambiental producida por el cambio climático ya es la primera causa de migración en el mundo y seguirá incrementando su impacto) y la necesidad de introducir la perspectiva de género en la lucha contra el cambio climático (como todo factor que genera pobreza y desigualdad golpea más fuerte a las mujeres). Estos ejemplos, muestran muy claramente como cuatro de los grandes ejes de reivindicación de justicia social en este momento (lucha contra el oligopolio y la pobreza energética, desempleo, personas refugiadas e igualdad de género) tienen una vinculación directa con el cambio climático con sus causas, sus consecuencias o sus soluciones. Dignidad humana y clima sano van de la mano.
Además de lo europeo y nacional, un lugar privilegiado para desarrollar políticas que nos pongan en la senda del cumplimiento de los objetivos de París son los Ayuntamientos, especialmente, pero no solo, en lo relativo a la movilidad. Merece la pena destacar el proyecto de la concejala de medio de ambiente de Madrid, Inés Sabanés, de prohibir la circulación de los coches diésel en el centro de la ciudad como medida para reducir la contaminación y dentro del marco de los acuerdos de COP21.
No tenemos más excusas. El acuerdo de París es un hito en la acción climática mundial y marca el camino a seguir. Las decisiones irán más o menos rápidas, según la responsabilidad y la voluntad de cada gobierno y según la movilización y presión ciudadana, pero no hay vuelta atrás. Y eso lo han entendido en primer lugar los mercados financieros. Al día siguiente de la firma del convenio, las acciones de las empresas de carbón y petróleo bajaban en las bolsas de todo el mundo. Gracias a una potente campaña social, la inversión en activos y empresas ligados a los energías sucias disminuye mientras crece la inversión en energías limpias. ¿Seremos capaces desde las instituciones públicas de liderar y coordinar esta ‘(r)evolución’?
Porque pensamos desde EQUO que si es posible y deseable, seguiremos llevando a cabo desde todos los ámbitos institucionales donde estamos presentes esta lucha por el clima, la dignidad y el futuro.
Rosa Martínez
Coportavoz de EQUO y Diputada en el Congreso
Florent Marcellesi
Portavoz de EQUO en el Parlamento Europeo
Artículo publicado en PUBLICO