Acaba de ser presentado el libro «¡No es una Estafa! Es una Crisis (de civilización)» elaborado por Emilio Santiago Muiño, y una introducción hecha por Jorge Riechmann.
En este libro, Jorge Riechmann, en el prólogo, y en relación al colapso ecológico-social, las leyes de la termodinámica y/o la finitud del medio terrestre, destaca que «el negacionismo no solo se refiere al fenómeno del calentamiento climático. Hay un negacionismo más general que se dirige a la crisis ecológica como tal, y especialmente a todo lo que suponga asumir los límites biofísicos del planeta. En este sentido amplio, la cultura dominante es sin duda negacionista….
«Nos hallamos entre el negacionismo de quienes rechazan como injustificado catastrofismo todo lo que perturbe su confort intelectual, y el cinismo -también confortable- de quienes dan todo por perdido, sin haber movido un dedo por tratar de corregir la cosas… Y aquel negacionismo no dista mucho de este cinismo».
Y continua diciendo: «El modo de funcionamiento básico de esta sociedad es la huida hacia adelante en un mundo de fantasía (‘economía de Tierra plana’, como si los recursos naturales fuesen infinitos y la entropía no existiera)».
La editorial del libro de Emilio Santiago Muiño destaca, a partir de sus contenidos, que «un conocimiento básico sobre el estado de la cuestión energética es suficiente para determinar, con solvencia, que de esta crisis no se puede salir según los parámetros habituales a los que la economía nos ha acostumbrado en los últimos 250 años…. Sencillamente, la era del crecimiento económico , al menos de un crecimiento económico global y simultáneo en todas las regiones del planeta, se ha terminado».
El libro, tras una primera parte dedicada específicamente al pico de petróleo y a una puesta en situación de las energías fósiles, de los materiales y de las alternativas, ahonda en el análisis de la crisis civilizatoria en curso, y en sus vertientes y oportunidades políticas. Efectivamente, como indica Emilio Santiago Muiño «la descripción-diagnóstico del pico de petróleo y sus consecuencias se enmarca en un análisis más amplio de la crisis de civilización como realidad histórica que envuelve el asunto energético y es más definitiva, tema al que se dedica la segunda parte del libro. En ella, y de manera complementaria, se dan alguno bosquejos para pasar a la acción».
Recogiendo las ideas de Emilio Santiago Muiño, la editorial destaca que «aunque la crisis de civilización y su impacto se calibran en lenguaje energético, no son producto de un problema energético. El agotamiento del petróleo se presenta como una grave encrucijada sólo en relación al modelo de sociedad imperante. La fractura metabólica capitalista no es simplemente una ruptura con los principios más básicos de la termodinámica. Es también un divorcio de nuestros sistemas de pensamiento respecto a la realidad, la razón y el sentido común. Y sobre todo, el resultado de un proceso histórico de extravío y degradación de nuestros vínculos sociales: aparición de sociedades de mercado autoregulado, donde cada vez más la vida social es reducida a un intercambio incesante de riqueza abstracta (dinero) en términos competitivos. Es el imperativo capitalista de transformar toda riqueza real en riqueza abstracta, de hacer pasar todo lo que puede servir para satisfacer necesidades humanas por unos parámetros de rentabilidad y productividad que son impuestos de forma anónima y coercitiva por la competencia, lo que obliga a cada agente económico a obtener beneficios o morir».
Emilio Santiago Muiño, destaca, como muy bien indica su editor, que «el socialismo que tenemos que construir es un socialismo… ecológicamente fundamentado, con la mirada puesta en la sostenibilidad, y ser, por tanto, un eco-socialismo; también, debe aceptar, como sustrato político fundamental, la extensión del pluralismo, de la participación democrática directa y l organización autogestionaria de abajo-arriba en todo el orden social. Ser por tanto un eco-socialismo de fuerte inspiración libertaria».
Destacar, finalmente, como indica el propio autor, que él «es un científico social y un activista, no un físico, ni un geólogo, ni siquiera una persona especialmente dotada en el campo de las ciencias naturales». (Y añade) «es cierto reconocer que esto tiene alguna ventaja y supone también un lastre, sobre todo cuando hablo de energía».