Artículo publicado en CTXT por nuestro compañero Fernando Prats.
Vivimos tiempos convulsos en los que es imprescindible apuntar rumbos de navegación para afrontar lo que se configura como una auténtica crisis de civilización. Y, para ello, resulta fundamental saber interpretar cada acontecimiento en sí mismo, pero también con relación a un cambio que es sistémico y de época.
Sobre las últimas medidas energéticas aprobadas por el Gobierno para hacer frente al shock energético provocado por la invasión de Ucrania, más allá de los detalles, cabe apuntar que han instrumentado con carácter urgente toda una serie de actuaciones –básicamente, límites de precios, reducción de la demanda y apoyo a los sectores más afectados– para atemperar temporalmente sus efectos, aunque, por lo tanto, su alcance será limitado respecto a las tendencias de fondo que se exponen más adelante.
Lo que se puede echar de menos en las recientes actuaciones gubernamentales es que su aprobación parlamentaria no vaya acompañada de un despliegue mucho más ambicioso de información y debate social sobre la dimensión de los cambios energéticos (y generales) por venir; una campaña que llegara a todos los rincones del país para tratar de evitar que cunda el desconcierto y para construir un relato congruente y compartido desde el que afrontar, más allá de las leyes, lo que se apunta como un cambio cultural, de formas de vida y de ciclo histórico.
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