
Artículo de nuestra compañera Yayo Herrero en CTXT
Una cultura narcisista, borracha de tecnología, armada hasta los dientes y radicalmente delirante produce incendios y ruinas. Como Nerón, algunos esnifan los vapores que salen de los incendios del capitalismo. Alucinan con el clímax posthumano en Marte, con islas artificiales de abundancia amuralladas, se autoimaginan resumidos, sin cuerpo, en neuronas inmortales que viajan eternamente entre ceros y unos o deteniendo la flecha del tiempo a base de chutes de sangre adolescente. Todos ellos dan por perdida a la mayor parte de la humanidad y buscan las formas de extraer hasta el último gramo de riqueza de los territorios. Hacen de la guerra una estrategia, medio y fin.
Vivimos un tiempo de naufragios inimaginables. Los sacerdotes del fin de los tiempos prometen orden autoritario, futuros de salvación tecnológica y castigo a los culpables. En la oposición eluden el hundimiento esforzándose en apuntalar imposibles normalidades más verdes, más circulares, más justas, con los ladrillos de un mundo que ya no existe.
A los que, por lo que sea, les están vedadas cualquiera de esas cosas, les queda sobrevivir entre las ruinas, huyendo del fuego, mirando el futuro a través de un retrovisor que refleja un pasado perdido que nunca existió y que algunos de los que planean huir venden como refugio y promesa. O asistir desde el sillón de su casa a los circos romanos transmitidos en alta resolución en los que se puede jalear y berrear mientras deportan, humillan, encarcelan o masacran a otras personas que aún importan menos.
O no. Quizás no haya que elegir entre matar o morir. Ni soñar con una fuga extraterrestre.
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