Un verdadero cambio de paradigma de civilización ha de apoyarse en una interpretación común de la evolución humana que permita relativizar y replantear las añejas ideas sobre las que hoy reposa el statu quo mental e institucional. José Manuel Naredo.
Artículo de Fernando Prats publicado en Espacio Público
Por encargo de la presidenta Von der Leyen, Draghi ha lanzado una apuesta trascendental de política económica que además compromete una inversión sin precedentes (5% del PIB, es decir 800.000 millones €/año). Surge una pregunta crucial: ¿están los fundamentos de esta iniciativa alineados con los desafíos vitales de la Unión Europea (UE)?
En su informe, Draghi realiza un diagnóstico que apunta a que el proyecto europeo está en peligro y que la principal razón de su declive reside en la pérdida de competitividad económica en los mercados globales respecto a Estados Unidos y China. A pesar de contar con 440 millones de consumidores y representar el 17% del PIB mundial, el informe imputa tal situación–más allá de a la fragmentación interna y el estancamiento demográfico– a una serie de factores. Entre ellos, destaca la débil presencia de sectores y grandes empresas impulsoras de tecnologías avanzadas, el alto coste de la energía, la ralentización del crecimiento de productividad, la menor rentabilidad de las inversiones respecto a otros campos/territorios y, como consecuencia de ello, la pérdida de atractivo para el capital privado de implicarse a fondo en el despliegue de la cuarta revolución tecno-industrial en Europa.
Ante la situación descrita, Draghi propone una estrategia para devolver el atractivo inversor a una economía innovadora, capaz de aprovechar su dimensión espacial y poblacional para crecer y competir con éxito en los mercados mundiales de capitales. Para ello, el informe plantea cuatro ejes (con 170 medidas en 10 sectores clave): 1) apuesta tecnológica, crecimiento económico y fortalecimiento de grandes empresas; 2) la descarbonización como opción energética más autónoma y económica, siempre de forma compatible con el objetivo anterior; 3) la seguridad entendida como acceso viable a recursos estratégicos y de defensa autónoma; y 4) la implementación de condiciones financieras y de gobernanza pública comprometidas con todo el proceso.
Existen diversas posibilidades desde las que evaluar el informe de Draghi, pero estas líneas se centran en una cuestión fundamental: ¿cuál sería su repercusión sobre sistemas vitales de la biosfera que son esenciales para la preservación de la vida tal y como la conocemos? La respuesta contenida en este texto es que las propuestas de Dragui, al no imputar el carácter sistémico de la crisis actual y la trascendencia de la cuestión ecosocial no reconoce la necesidad de reformular los relatos vigentes, incluso de aquellos que hoy representan el sentido del “éxito”. Tal apreciación cuestiona el fondo de las propuestas del informe y se sintetiza a partir de cinco consideraciones y testimonios de referencia.
1ª CONSIDERACIÓN. Es fundamental afrontar en toda su dimensión el cambio de ciclo histórico y la gravedad del desbordamiento ecológico de la biosfera
Estamos inmersos en un cambio de ciclo histórico, el Antropoceno, en el que enfrentamos retos existenciales y donde si no reformulamos urgentemente los paradigmas socioeconómicos vigentes, nos veremos abocados a un colapso civilizatorio ya anticipado por el Club de Roma y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) hace más de 50 años. Se trata de una crisis sistémica, una policrisis, que afecta a los derechos humanos (DDHH),la democracia, las desigualdades, la economía o la convivencia en paz. Y, en el corazón de la crisis, existe un factor estructural que la condiciona: el desbordamiento de los límites críticos biofísicos de la Tierra.
En septiembre de 2023, el Secretario General de la ONU declaró que “la humanidad ha abierto las puertas del infierno”, subrayando que los esfuerzos realizados hasta la fecha son insuficientes y nos conducen hacia un mundo peligroso e inestable. A pesar de vivir en un entorno finito, se sigue priorizando el crecimiento y la acumulación ilimitada de capital, deuda y consumo como paradigmas inmutables, ignorando su incompatibilidad con la sostenibilidad de los ecosistemas clave del planeta.
En su informe de julio de 2024, Oliver De Schutter, Relator Especial de Naciones Unidas para la extrema pobreza y los derechos humanos, afirma: “debemos transitar de la economía del crecimiento a una economía de los derechos humanos. Durante décadas, hemos seguido la misma receta: hacer crecer la economía y luego utilizar la riqueza para combatir la pobreza. Esto ha conducido a un mundo al borde del colapso climático en el que una pequeña élite posee una fortuna escandalosa mientras cientos de millones de personas viven en pobreza extrema”.
Otro informe de la Comisión de la Tierra y la Salud Planetaria de la revista científica TheLancet (abril 2024) advierte que la salud planetaria está gravemente amenazada y que 9 millones de muertes anuales prematuras se vinculan con la contaminación del aire y del agua, 3,2 mil millones de personas se ven afectadas por la degradación de la tierra y muchos millones se ven afectados por enfermedades zoonicas, aumentos de las temperaturas y fenómenos meteorológicos extremos. La comisión concluye que: “las trayectorias de crecimiento económico (que dominan la política económica mundial) plantean riesgos aún mayores a través de la desestabilización de los bienes comunes globales, es decir, la biosfera, el clima y la criosfera y los ciclos de nutrientes y agua”.
Así mismo, el programa “The Planetary Boundaries”, coordinado por la Universidad de Estocolmo desde hace años, constata que, en 2023, seis de los nueve límites biofísicos que posibilitan la vida en la Tierra (el cambio climático solo es uno de ellos) ya han sobrepasado sus niveles críticos, anticipando escenarios difícilmente compatibles con los sistemas de vida actuales.
2ª CONSIDERACIÓN. Europa necesita políticas y transformaciones ecosociales más integrales y profundas para cumplir sus propios objetivos en 2050
El informe Draghi identifica fragilidades de la economía europea pero no aborda en profundidad la relación entre los paradigmas socioeconómicos vigentes y la extralimitación de límites biofísicos del planeta. Sus recomendaciones, que buscan fortalecer la competitividad del capital europeo, agravarían, aún más, las dificultades para cumplir los objetivos ecosociales establecidos para mediados de siglo por la propia UE. Lo paradójico de la situación es que nuestras vidas cotidianas dependen de la buena marcha de una economía que, a su vez, nos conduce hacia escenarios cada vez más críticos.
La Agencia Europea de Medioambiente (AEMA) en su último informe quinquenal “The Europeanenvironment – state and Outlook 2020 (SOER 2020)”, ya advertía que, a pesar del interés delos avances conseguidos, la perspectiva para el medioambiente europeo es “decepcionante”. En 2020, el 51% de los indicadores no ofrecían resultados alineados con los objetivos ambientales y las perspectivas a 2030 y 2050 son inquietantes. Dice la Agencia: “para ser claros, Europa no alcanzará su visión sostenible de vivir bien dentro de los límites de nuestro planeta, sencillamente promocionando el crecimiento económico y tratando de gestionar sus efectos colaterales con gestiones políticas ambientales y sociales. Por el contrario, la sostenibilidad necesita convertirse en el principio rector de políticas ambiciosas y congruentes que atraviesen toda la sociedad. Posibilitar un cambio transformador requiere que todas las áreas y niveles gubernamentales trabajen juntos y aprovechen la ambiciosa creatividad de ciudadanos, empresas y comunidades. SOER 2020”
Finalmente, hay que referirse a la publicación de la misma Agencia en 2024 “Europe’s changing climate hazards” en la que reconoce que, en un marco global en el que ya se han sobrepasado en 1,5ºc las temperaturas preindustriales, Europa es el continente que más se calienta, tendiendo a multiplicar los riesgos y crisis en curso y a comprometer el futuro de múltiples sectores y recursos básicos como la seguridad alimentaria, hídrica y, en consecuencia, la propia salud y estabilidad socioeconómica de la población.
3ªCONSIDERACIÓN. Las apuestas por la compatibilidad entre el crecimiento ilimitado de la economía y la preservación de la biodiversidad, se basan hoy en un optimismo tecnológico no contrastado.
En un entorno abierto de energía (solar) de baja intensidad, frágil en su naturaleza, finito en recursos materiales y sometido a las leyes de la entropía, la aspiración al crecimiento permanente de la economía sin deterioro ecológico, es hoy, sencillamente, una sin razón. Y, sin embargo, un aspecto fundamental implícito en las propuestas de Draghi, basado en un optimismo tecnológico desmesurado, es contar con la posibilidad de conseguir un desacoplamiento real, absoluto y en plazo, entre el crecimiento socioeconómico y sus impactos en los sistemas naturales.
El informe “Decoupling Debunked” publicado en 2019 por el European Environmental Bureau (la mayor red ambiental europea), tras una amplia investigación, advierte que no existe evidencia empírica que respalde la existencia de un desacoplamiento del crecimiento económico respecto de las presiones ambientales en una escala suficiente como para eludir el colapso ambiental. Es más, el informe afirma que “más precisamente, las estrategias políticas existentes que buscan aumentar la eficiencia deben complementarse con la búsqueda de la suficiencia, es decir, la reducción directa de la producción económica en muchos sectores y la reducción paralela del consumo que, en conjunto, permitirán una buena calidad de vida dentro de los límites ecológicos del planeta. […] Es una razón para tener serias preocupaciones sobre el enfoque predominante de los responsables políticos del crecimiento verde, un enfoque que se basa en que se puede lograr un desacoplamiento suficiente a través del aumento de la eficiencia sin limitar la producción y el consumo”.
4ª CONSIDERACIÓN. ¡Cuidado con los “grandes campeones empresariales”!
Draghi también manifiesta su preocupación por la debilidad de los “campeones empresariales” europeos a nivel internacional. Aunque, efectivamente, ello se percibe como muestra de fragilidad en el mundo actual, también es cierto que la presencia de grandes corporaciones refleja una concentración de capital y poder para anteponer sus intereses (incluso recurriendo al chantaje institucional) y determinar las reglas del juego en defensa de beneficios privados.
En la cúspide de ese poder omnímodo se sitúan hoy 10 grandes corporaciones con un valor bursátil en 2021 de 11,32 billones de dólares. Su capacidad para imponer sus planteamientos (solo las Big Tech controlan las tres cuartas partes del gasto mundial en publicidad on line) es bien conocida y su creciente dependencia de grandes fondos de inversión, ávidos de dividendos extraordinarios a corto plazo, también.
Oxfam internacional, en su informe “Desigualdad S.A.” (2024), afirma que afrontamos una era de dominio de la oligarquía global, constatando la creciente concentración de la riqueza en el accionariado de los grandes conglomerados empresariales (el 1% más rico de la población posee el 43% de los activos financieros mundiales, a través de los cuales multiplica los recursos realmente controlados). Afirma Oxfam: “estamos viviendo una era marcada por un poder monopolístico que permite a las empresas controlar los mercados, establecer los términos de intercambio y obtener beneficios sin temor a perder negocio. No se trata de un fenómeno abstracto, sino de una realidad que nos afecta a todos y todas de muchas maneras”.
Finalmente, cabe mencionar a D. Acemoglu y S. Johnson, del MIT y premios Nobel de Economía 2024, quienes en “Poder y Progreso, una revisión histórica de las relaciones entre poder, tecnología y prosperidad” afirman que disponemos de tecnologías que podrían potenciar las capacidades humanas en beneficio de la sociedad, pero “solo si conseguimos que estas herramientas trabajen por y para las personas y eso no va a ocurrir hasta que cuestionemos la visión del mundo que prevalece entre los actuales dirigentes tecnológicos”.
5º CONSIDERACIÓN. Por una Transición Ecosocial Justa.
Necesitamos reformular los paradigmas actuales y crear visiones alternativas. Enfrentar los procesos de desestabilización ecosocial requiere desplegar nuevos principios civilizatorios que preserven la vida (en su sentido más amplio), reequilibren la huella humana con los límites biofísicos del planeta y posibiliten existencias dignas y justas a todas las personas y comunidades.
Los trabajos de K. Raworth, en “Un espacio seguro y justo para la humanidad” (2012) expresan ese paradigma alternativo delimitado por un “suelo social” que garantiza unas condiciones de vida digna y un “techo ambiental” que plantea los límites críticos de la biosfera que no deben sobrepasarse. Su proyección sobre 151 países, realizada por la Universidad de Leeds en 2018, concluye que en ninguno de ellos se cumplen tales condiciones y que las mayores transgresiones ecológicas se relacionan con los patrones de desarrollo y estilos de vida vigentes en los países más ricos, especialmente en Estados Unidos y la Unión Europea.
Herrero, en “Sumar para una transición ecosocial justa” (2023) apunta: “al hablar de Transición Ecosocial Justa nos referimos a un proceso compartido, planificado y deseado de reorganización de la vida en común, que tiene por finalidad la garantía de condiciones dignas de existencia para todas las personas y comunidades, con plena consciencia de que ese derecho ha de ser satisfecho en un planeta con límites ya superados, que compartimos con el resto del mundo vivo y que estamos obligados a conservar para las generaciones más jóvenes y las que aún no han nacido”.
Priorizar la vida, los DDHH y la dignidad de las personas y comunidades en un planeta habitable requiere replantear las prioridades en la UE desde otros propósitos:
- Restaurar urgentemente la salud de los ecosistemas terrestres y marinos degradados para convivir con los límites biofísicos que sostienen la vida y la existencia de los seres vivos.
- Conseguir que todas las personas residentes en la UE puedan llevar una vida suficiente, digna,segura y justa,con acceso a los bienes y servicios que lo hagan posible.
- Reorientar y democratizar la economía y la ciencia para convertirlas en activoscorresponsables delcambio y crear una base material descarbonizada, naturalizada, más autónoma y territorial, capaz de sostener los objetivos anteriores.
- Concebir la integración europea en base a redes territoriales cooperativas, con criterios biorregionalesque establezcan nuevas relaciones de equilibrio y sostenibilidad entre el medio urbano, el rural y la naturaleza y que desplieguen con urgencia estrategias de resiliencia y adaptación al cambio global.
- Fortalecer una democracia más abierta, participativa, transparente y próxima a la ciudadanía, comprometida con el cambio,que promueva la inclusión social, la justicia y la redistribución de la riqueza, así como la defensa de los DDHH y la paz con justicia en el mundo.
Desplegando nuevos paradigmas, Europa podría propiciar un nuevo contrato social cargado de esperanza, capaz de ofrecer un sentido de la vida renovado a un amplio sector de la sociedad europea que hoy se siente marginado y desconfía de la política, pero sin cuya concurrencia no será posible abrir camino al cambio. Tal transformación solo es concebibles vinculada a profundas metamorfosis culturales y políticas construidas en el marco de la crisis de civilización. En todo caso, ello requiere afrontar los problemas europeos desde otras perspectivas más transformadoras en las que seamos capaces de alumbrar proyectos vitales más sencillos, satisfactorios y compatibles con el sostenimiento de la vida.
Notas:
Enmienda a Draghi, se refiere a “Una estrategia de competitividad para Europa” la primera parte del informe “El futuro de la competitividad europea”.
Este artículo forma parte de la recién creada plataforma Alianza «más allá del crecimiento».