Artículo de nuestro compañero Fernando Prats en CLIMÁTICA
«Hemos abierto las puertas del infierno», declaró hace unos meses el Secretario General de la ONU. Todo indica que estamos enfrentandoun cambio civilizatorio significativo. En el contexto de lo que pensadores como Edgar Morin y Adam Tooze han denominado «policrisis», estamos presenciando el turbulento nacimiento de una nueva era.
Los paradigmas y pactos que se establecieron al final de la Segunda Guerra Mundial se están desmoronando bajo las tensiones provocadas por un capitalismo depredador. Apenas se vislumbran nuevos escenarios de esperanza que permitan la creación de un tiempo en el que todas las personas y comunidades puedan vivir dignamente, en paz y en un planeta habitable. La Agencia Europea de Medio Ambiente ya advirtió en la Cumbre de París (2015) sobre la magnitud de los cambios necesarios, afirmando: «Vivir bien sin sobrepasar los límites ecológicos requiere transiciones fundamentales en los sistemas de producción y consumo (…) y necesitará cambios profundos en las instituciones, las prácticas, las tecnologías, las políticas, los estilos de vida y el pensamiento predominante».
La vulnerabilidad de las lógicas territoriales mundializadas
Ante una situación de emergencia indiscutible, sorprende que se preste tan poca atención a la profundidad delas transformaciones proyectadas sobre la base territorial cuando se discuten los problemas que enfrentamos. No habrá visiones alternativas sin relatos coherentes que reformulen los paradigmas urbanos actuales, condicionados por tres vulnerabilidades estructurales:
1. La configuración de una estructura piramidal de ciudades globalizadas, desterritorializadas y altamente artificializadas, que ha perdido las relaciones cooperativas vitales con sus respectivos hinterlands y que se sustenta en logísticas de larga distancia muy vulnerables, stocks básicos temporalmente limitados y sistemas cibernéticos extremadamente frágiles.
2. El desequilibrio estructural de los metabolismos urbanos con huellas ecológicas desproporcionadas respecto a las biocapacidades territoriales. Las ciudades europeas concentran más del 70% de la población y de la actividad económica, con déficits ecológicos y metabolismos insostenibles en términos de energía, alimentación, contaminación y otros recursos/residuos, todos ellos factores cada vez más críticos hacia el futuro.
3. La extraordinaria expansión de las lógicas de especulación y acumulación de capital (liderada por la entrada de fondos de inversión) en múltiples campos de la vida urbana está generando un aumento exponencial de las protestas sociales frente a la precarización del trabajo y los salarios (especialmente entre los jóvenes y las mujeres) y a la creciente privatización de los servicios básicos. La paz social está en entredicho y en las ciudades emergen hoy, con fuerza creciente, diversas manifestaciones provenientes del mundo rural (como los «chalecos amarillos» o las revueltas del campo) y de la propia población urbana en torno al coste de la vida, la gentrificación, la vivienda, la sanidad y la educación.
Nuevos paradigmas espaciales: las biorregiones como referencia
Las iniciativas europeas en torno a la sostenibilidad urbana, desde el Libro Verde sobre el Medio Ambiente Urbano (1990) hasta el Nuevo Bauhaus Europeo (2024), han jugado un papel fundamental en la innovación de las políticas públicas sobre las ciudades. Sin embargo, sus principales contenidos se han centrado en los problemas del propio medio urbano y han desatendido la búsqueda de nuevas formas de integración territorial, congruentes con paradigmas que prioricen la preservación de una vida cada día más amenazada.
Afrontar este desafío, adaptando al Antropoceno las propuestas de precursores como Patrick Geddes, Ebenezer Howard y Lewis Mumford, es el objetivo de la publicación Biorregiones; de la globalización imposible a las redes territoriales ecosostenibles, que hemos coordinado desde el Foro Transiciones. Este texto colectivo invita a explorar el amplio horizonte que se abre en torno a las redes biorregionales cooperativas como escenario territorial alternativo.
Sus autores interpretan el concepto biorregional a partir de espacios geográficos y humanos reconocibles, con la complejidad mínima suficiente para abordar la territorialización de la economía, la cultura y la política y para compatibilizar de forma sostenible la relación campo-ciudad-naturaleza, ofreciendo un soporte de vida digno y justo a todos sus habitantes. Para ello, su metabolismo debe optimizar los recursos endógenos e impulsar procesos de circularidad para afrontar de forma resiliente las emergencias energéticas, climáticas y alimentarias propias de las transiciones ecosociales. Esta noción apela a la reorganización radical de las relaciones sociedad-territorio-naturaleza e invita a nuevas formas de organizar las economías y los territorios.
En el ámbito europeo, es relevante la Carta de Milán (2015), firmada por más de 210 ciudades de todo el mundo, centrada en la recuperación de una relación cooperativa entre las ciudades y sus hinterlands agroalimentarios, así como las experiencias expuestas por A. Matarán y D. Fanfani sobre los casos del Parque Agrario del Sur de Milán (Italia), Vorarlberg (Austria) y algunas de las iniciativas proyectadas actualmente en Bruselas (Bélgica).
En España, además del interés de algunas propuestas, como el potencial colaborativo entre ocho Comunidades Autónomas en la biorregión Cantábrico-Mediterránea, destaca la importancia de recientes manifestaciones sociales emergentes en Canarias (y resurgiendo en Baleares), que denuncian la gravedad de la crisis ecosocial de los archipiélagos y reclaman la reformulación de las políticas regionales para priorizar la recuperación de equilibrios biofísicos perdidos, estrategias territoriales más resilientes, una distribución más justa de los beneficios turísticos y de las condiciones de vida, así como el acceso a una vivienda digna para sus poblaciones.