Artículo de nuestro compañero Florent Marcellesi en EL DIARIO.
Los Verdes han triunfado en las elecciones europeas. Con más de 70 eurodiputados, cuarto grupo en la eurocámara, segunda fuerza en Alemania y tercera en Francia, tienen la capacidad de marcar la agenda de la futura Comisión Europea convirtiendo la emergencia climática y la transición ecológica justa en prioridades políticas e institucionales a nivel continental.
Al mismo tiempo, esta ola verde sigue sin penetrar en el sur y en el este de Europa. A medio y largo plazo, esto es un obstáculo para que Los Verdes además de marcar la agenda comunitaria puedan también disputar la hegemonía política a los grupos conservadores, socialdemócratas y liberales europeos y liderar un futuro esperanzador en la UE. Esto solo será posible con referentes verdes fuertes y potentes en países como España. Pero el espacio verde de aquí, marginal en solitario o arrinconado en Unidas Podemos, no ha sido hasta el momento capaz de florecer ni estructurar la vida política de nuestro país.
La ecología política en España, no obstante, es tan o más necesaria que en otros países europeos. Por un lado, la ciudadanía española es una de las más afectadas por el cambio climático, la contaminación del aire o la pérdida de biodiversidad. Por otro lado, impulsar una transición ecológica justa y ambiciosa en forma de Green New Deal generaría enormes oportunidades sociales y económicas, poniendo a España a la cabeza de Europa en la prosperidad del futuro. De hecho, la crisis de los chalecos amarillos dejó bien patente que la ecología es una cuestión de igualdad y justicia social. Ya que, como afirma Naomi Klein, el cambio climático lo cambia todo: las cuestiones ecológicas atañen directamente a nuestros derechos, empleos, salud, costumbres y calidad de vida. Por eso, para abrir horizontes de esperanza para la ciudadanía en el siglo XXI, no basta con asumir algunas propuestas ecologistas de forma sectorial, sino que es imprescindible transversalizar y poner la ecología en el centro de la acción política. El espacio verde es ese proyecto capaz de reconciliar la lucha por llegar a fin de mes con la lucha contra el fin del mundo.
Pero mientras marcaba los debates políticos más allá de los Pirineos, la perspectiva ecológica apenas se vislumbró en la campaña electoral de las últimas elecciones generales del 28A. Una ausencia que, paradójicamente, demuestra que el tablero político estatal, tras el cierre del último ciclo político, deja libre el espacio ecosocial. Además, las movilizaciones de la Juventud por el Clima desde el 15M climático apuntalan una hegemonía cultural naciente con capacidad de tener su propia expresión política. Pasada la ola de indignación que emergió hace cinco años, existe el caldo de cultivo ahora para una respuesta constructiva frente al cambio climático, la desigualdad de género, la cuarta revolución industrial o la complejidad de las interdependencias territoriales, sociales y ecológicas. Es decir, hay espacio para un proyecto de país transformador a la altura de los grandes retos de nuestro tiempo.
Para conseguirlo, la ecología política española debe afrontar una profunda refundación. Desde EQUO, partido verde español miembro del Partido Verde Europeo, tenemos que ser los primeros en hacer nuestra parte. En 2011, al calor de las movilizaciones del 15M, supimos aglutinar el espacio verde español en una misma fuerza política, ponernos a la vanguardia en la defensa del ecofeminismo o la celebración de primarias y, más adelante con una presencia institucional sin precedentes, ser determinantes en avances políticos de calado como el plan Madrid Central o el fin del carbón.
Sin embargo, el pasado 26M terminamos este ciclo político extenuados, malheridos colectivamente y sin rumbo estratégico. La pérdida de presencia institucional a todos los niveles, el haber quedado fuera del Parlamento Europeo y el declive en afiliación e ilusión han menoscabado nuestra capacidad de iniciativa e influencia política. Si bien mantenemos posiciones institucionales notables en Madrid, País Valenciano, Euskadi o Baleares, este cierre de ciclo político ha vuelto a dejar el espacio verde reducido, difuso y en disputa. Por supuesto, esta situación tiene mucho que ver con las propias dinámicas del espacio del cambio y con una restructuración continua e inacabada del tablero político estatal. Pero tampoco podemos obviar nuestros propios errores y las estrategias políticas, organizativas y comunicativas que nos han relegado a una visión sectorial y supletoria de lo verde.
Ante esta situación y aprovechando un periodo de relativa paz electoral que se abre ahora, empecemos un proceso de reflexión profundo que permita al espacio verde romper los techos de cristal que le impiden ocupar el lugar que requiere el momento histórico. Con audacia e innovación, es el momento de redefinir el papel y objetivos de la ecología política española dentro de una Europa cada vez más verde, revisar nuestras estructuras organizativas actuales, repensar nuestros liderazgos colectivos y recuperar la ilusión con la ola verde. Y debemos hacerlo sin apriorismos, sin dogmas, con apertura y a sabiendas de que existen otros actores políticos que hoy se acercan a los postulados de Los Verdes Europeos, como Más Madrid, Compromís, los Comunes, MES y otros sectores progresistas.
El espacio verde de mañana no será un partido ecologista que solo hable a un nicho ecologista, ni otro que ponga por delante la unidad de la izquierda como fetiche. Sino que, en la línea de Los Verdes Alemanes o de Alexandria Ocasio-Cortez, tiene la oportunidad de ser un proyecto transversal, plural y cooperativo para la mayoría donde la transición ecológica, el feminismo y la justicia social sean los ejes centrales que lo cambien todo. Un espacio político que, al mismo tiempo, tenga claro que su referencia a nivel europeo es el espacio de futuro: Los Verdes Europeos.
Evidentemente el ámbito político es un lugar de acción, porque tiene la capacidad de tomar, hoy por hoy, iniciativas y sobre todo generar condiciones mas o menos propicias con respecto a la biosfera de la que tomamos parte. Sin embargo resaltar la lucha por la hegemonía política es enormemente restrictivo, y me temo que bastante estéril, por sí mismo. Pero sobre todo creo que es muy limitado y contraproducente, incluso contra lo que es un necesario y urgente cambio de civilización, seguir centrándose solo en las cuestiones que nos atañen como seres humanos, como es plantear una green new deal, como generadora de oportunidades para el desarrollo. La cuestión es mucho mas profunda. El daño climático es ya irreversible (lo iremos viendo hagamos lo que hagamos, eso sí de forma mas o nenos acelerada ¿algo de tiempo?). Hemos de prepararnos para vivir en una biosfera muy dañada y colaborar para ver si es capaz de recuperar su salud a lo largo del tuempo (en el daño estamos obviamente nosotros incluidos, es así). Pero la clave es transformar nuestra percepción y lo que dirige nuestras acciones. Hemos de ir logrando tener una perspectiva descentrada en el ser humano, que trate en igualdad todo aspecto de la naturaleza, del que solo somos una parte. Solo desde esa igualdad (solo desde ella habrá igualdad también entre seres humanos), y una actitud coordinada con los procesos naturales, de cuidado, de amor si se quiere, pero amor de verdad, en igualdad, no amor condescendiente desde la superioridad podremos generar condiciones para ello. Y es preciso no seguir enquistándose en discursos que desvían la atención y solo son meras jugadas de un juego político de poder, que en sí, son un sinsentido que solo alarganla situación de explotació , y solo retrasan (incluso obstaculizan) decisiones y tomas de conciencia de verdad urgentes.