Artículo de Florent Marcellesi publicado en EFE VERDE.
El 2017 va de camino de ser el año más cálido jamás observado con múltiples catástrofes climáticas. Si bien han alcanzado avances en COP23, los líderes mundiales siguen sin mostrar suficiente ambición para poder cumplir con el Acuerdo de París.
Por un lado, COP23, primera cumbre climática presidida por una nación del Pacífico (islas Fiji) cuya supervivencia está en riesgo por la subida del nivel del mar, tenía como papel seguir profundizando en las reglas y procesos de París antes de su entrada en vigor en 2020. En parte se consiguió.
Si bien la financiación climática sigue siendo un desencuentro recurrente entre países llamados “desarrollados” y en “en vía de desarrollo”, salimos de COP23 con un proceso de diálogo (llamado de “Talanoa”) encaminado a COP24 (esencial para abrir la puerta a revisar al alza la ambición de los países), con un acuerdo después de 5 años de arduas negociaciones sobre agricultura (sector fundamental para cualquier acción climática eficiente) y con el lanzamiento de la Plataforma de pueblos indígenas. También es de celebrar que el primer Plan de Acción de Género sobre cambio climático ha sido aprobado. Las mujeres sufren más los efectos del cambio climático que los hombres y son, al mismo tiempo, agentes pro-activas de la acción climática. La igualdad de género y lucha contra el cambio climático van de la mano.
Una energía del pasado
Además, en #COP23 se mandó un mensaje diáfano: el carbón es una energía sucia y del pasado. En este sentido, una alianza de países lanzó una iniciativa para cerrar sus centrales de carbón (incluyendo Reino Unido, Francia, Bélgica, Dinamarca, Nueva Zelanda, etc.). La Unión Europea en su conjunto y Alemania, Polonia y España en particular deberían seguir el ejemplo y sumarse lo más pronto posible. Hoy el sentido común climático pasa por un sistema energético limpio y renovable, basado en una transición justa en las cuencas mineras. Más que nunca, el futuro se escribirá sin carbón.
Ahora bien, en esta primera cumbre desde la decisión tóxica y errada de Trump de sacar Estados Unidos del Acuerdo de París, las negociaciones climáticas siguen buscando líderes y mayor ambición. Si bien la emergencia de una coalición de ciudades, empresas y Estados estadounidenses pro-clima es una noticia reconfortante, el paso atrás de Washington en las negociaciones ha dejado un vacío político y técnico en esta cumbre climática que ningún bloque o país termina de rellenar. Frente a ello y para que la dinámica de París siga adelante, es hora de que la UE asuma con más fuerza su papel de liderazgo. Necesita llegar a la COP24 de Katowice en Polonia con una posición mucho más ambiciosa de cara a sus políticas energéticas y climáticas, y aumentar sus todavía insuficientes objetivos de reducción de gases de efecto invernadero.
Transición ecológica justa
Por su parte el gobierno español, y en particular su ministro de Energía Álvaro Nadal, debe dejar de poner zancadillas a una imparable transición ecológica y justa. Con el potencial de energía limpia, eficiencia energética y reducción de consumo energético en nuestro país, el gobierno español no debe nadar a contracorriente, ya sea contra la UE, contra su propio congreso o impidiendo a Iberdrola o al gobierno mallorquín cerrar sus centrales de carbón. En concreto, necesita admitir de una vez por todas que la era del carbón ha terminado, así como llegar a COP24 con una ley de cambio climático aprobada y coherente con el Acuerdo de París.
Ahora bien, para no superar el fatídico grado y medio, necesitamos aún más. Para ello, como hemos demostrado Los Verdes Europeos en nuestro escenario de futuro compatible con París, es nuestro modo de vida el que tenemos que cuestionar y cambiar. Así salvar el clima supone también reducir el consumo de carne y aumentar las proteínas vegetales en nuestras dietas, reducir el coche privado y aumento de los modos de transporte sostenibles y compartidos, o reducir el consumo desenfrenado (ropa, energía, alimentación, etc.) a favor de un consumo menor, responsable y consciente. Es decir que para salvar el clima, el camino es vivir bien con menos. Y para eso, se buscan líderes y ciudadanos con ambición.