Artículo de nuestro compañero del FORO Antonio Serrano publicado en la revista SISTEMA.
En los últimos días, con ocasión de una reunión del Foro Transiciones sobre “La economía en las transiciones: de los paradigmas a los programas” en la que participó Manu Escudero, he tenido ocasión de leer distintos artículos sobre el significado del ecosocialismo, la economía ambiental y la economía ecológica, aspectos estos no desligados de cuestiones que han sido objeto de discusión en el 39º Congreso del PSOE.
Empecemos señalando que los puntos esenciales de lo que cabría denominar “ecosocialismo” gravitarían –atendiendo a distintos autores y a la tradición socialista y ambientalista- en una serie de características que, personalmente sitúo en:
(1) Los recursos en el planeta tierra son limitados y muchos de ellos no renovables, lo que obliga –sin caer en tentaciones maltusianas- a cuestionar el actual modelo de crecimiento económico y la viabilidad de su generalización a una humanidad en fuerte crecimiento demográfico, ya que ese modelo ha llevado a que convivan en la actualidad el hambre, fuertes desigualdades socioeconómicas y la superación se los límites ambientales y ecológicos del Planeta. La relación entre la huella ecológica y la biocapacidad global, superada esta segunda en más de un 20% por la primera, ya en 2012, y creciendo de forma continua, según las últimas estimaciones de Global Footprint Network (http://www.footprintnetwork.org/), es un buen indicador sintético de esta situación.
(2) La gravedad de las consecuencias previsibles para el Escenario tendencial global (business as usual) exige someter a profundos cambios al modelo económico dominante mundial, para que avance gradual, pero lo más rápidamente posible, a través de su descarbonización y desmaterialización, hacia un modelo de desarrollo ambientalmente sostenible, territorialmente equilibrado y socioeconómicamente cohesionado. Sin embargo, las tendencias globales de crecimiento geográfico de la población (dos mil millones en los próximos 33 años, con tasas máximas en los países más pobres) y la generalización pretendida del modelo de sociedad de consumo capitalista al conjunto del planeta, llevan a un Escenario de creciente superación de los límites ecológicos, a una profundización de las desigualdades sociales planetarias, y a un crecimiento de los conflictos, tensiones y riesgos de grandes migraciones desestabilizadoras de los países más avanzados.
(3) La actual cuarta revolución científico-tecnológica aporta soluciones que son necesarias, pero manifiestamente insuficientes en el actual contexto sociopolítico para resolver los problemas mundiales de superación de las capacidades ecológicas, o los problemas de contaminación y cambio climático. No se trata aquí de cuestionar las indudables potencialidades que siempre han tenido las revoluciones científico-técnicas para el progreso –en última instancia- de la sociedad, aunque toda revolución científico-técnica haya generado desajustes sociales entre los que ganan y los que pierden con las mismas, que en muchas ocasiones han terminado en fuertes conflictos de clase o de intereses, que han dado lugar a guerras y revoluciones. El principal problema en la situación actual es la fuerte concentración del poder, riqueza y capacidad de control de la I+D+i en las grandes multinacionales, que hace que, por una parte, el grueso de la investigación e innovación se subordine a sus intereses; y, por otra, que controlen las patentes de cualquier nueva investigación o innovación –en muchos casos conseguidas con ayuda de fondos públicos- limitando el desarrollo de las que atentan a sus intereses y apropiándose de los beneficios y plusvalías de las que ponen en marcha. El resultado es que no se aprovechan los enormes potenciales y capacidades disruptivas de la actual revolución científico-técnica para avanzar en la resolución de los problemas de la sociedad, sino en beneficio de unos pocos, incrementando las desigualdades socioeconómicas, la precarización del empleo, la insostenibilidad ambiental y la gravedad de problemas acuciantes como el del calentamiento global y sus consecuencias.
(4) La única alternativa pacífica y no mundialmente traumática para viabilizar los cambios de modelo de desarrollo es que el proceso de transición se realice de una manera planificada y socialmente concertada y consensuada. Sin embargo, en un marco en el que la definición de planes, estrategias y hojas de ruta flexibles y adaptables a un gestión integrada y resiliente frente a una sociedad en cambio acelerado, tiene un protagonismo creciente en las grandes empresas, este mismo comportamiento se desprestigia y critica en el campo de actuación pública, poniendo en cuestión la función de una planificación que puede y debe proteger los intereses de la mayoría y de los más débiles ante los graves retos del futuro.
(5) En particular, es precisa una planificación que asigne y distribuya equitativamente, tanto las cargas como los beneficios del proceso de transición hacia el nuevo modelo de desarrollo, a la vez que se establece, con una planificación/gestión flexible y adaptativa, el proceso de avance en la reducción de las desigualdades sociales, la insostenibilidad ambiental, y en el logro de una mayor cohesión socioeconómica y un mayor equilibrio territorial, tanto entre países, como entre regiones y municipios de los mismos.
Como síntesis, el fin último del “ecosocialismo” se materializaría a través de políticas y planificaciones públicas concertadas con la población y agentes sociales, dirigidos a alcanzar un modelo de desarrollo ambientalmente sostenible, socioeconómicamente cohesionado, y territorialmente equilibrado que avance progresivamente hacia una economía descarbonizada, desmaterializada, solidaria con las actuales y las próximas generaciones, e igualitaria.
Estos principios/líneas de actuación son la herencia de muchas aportaciones multisectoriales (desde la economía, la sociología, la ingeniería, etc.) y de la constatación científica de procesos y tendencias gravemente preocupantes para sociedades como la española de 2017. Si consideramos la perspectiva ambiental, en estas páginas se ha hecho reiterada referencia a los riesgos derivados para España como consecuencia del Calentamiento Global –y el Cambio climático asociado al mismo- que previsiblemente incrementará la frecuencia e incidencia de fenómenos climáticos extremos -con efectos progresivamente más graves tanto sobre nuestras costas y áreas de inundación como sobre los riesgos de incendios, la problemática hídrica –sequías, contaminación hídrica, sobreexplotación de acuíferos, etc.- sobre la contaminación y malestar urbano -con grave incidencia sobre la salud ciudadana- así como, por último, por sus negativos efectos sobre los ecosistemas y la biodiversidad de este país. A lo que necesariamente hemos de unir la creciente incidencia local de los fenómenos globales de sobrepaso de la biocapacidad del planeta por la creciente huella ecológica de una sociedad de consumo capitalista que afecta a una población creciente, y que se irá materializando en tensiones migratorias y en conflictos geoestratégicos con incidencia incremental en el acceso –precio y disponibilidad- de los muchos recursos energéticos o minerales de los que depende la Unión Europea o, en especial, España.
España se encuentra con un cierto crecimiento macroeconómico que no ha conseguido –ni mucho menos- resolver los graves problemas que afectan al tercio de población residente peor situada en la sociedad (riesgo de pobreza, desempleo, precariedad, empeoramiento de sus condiciones de vida y de acceso a los bienes públicos, etc.). A corto plazo los Organismos nacionales e internacionales prevén una continuación de la situación diferencial positiva que ha caracterizado durante los dos últimos años a la macroeconomía española respecto a la de los países de la OCDE, aunque no se puede olvidar la fragilidad de unas previsiones que cambian significativamente en cuanto surge algún “problema” en alguno de los principales riesgos que sobrevuelan sobre la economía global y española: precio del petróleo; proteccionismo y guerras comerciales; incremento de la inflación y de los tipos de interés con grave repercusión en las economías muy endeudadas, como la española; desestabilización geoestratégica; etc.
Si consideramos el punto de vista político, la situación en España ha cambiado radicalmente desde la victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE y la celebración del 39º Congreso. Sigue existiendo una estabilidad relativa y condicionada, pero ahora no por un Gobierno dominante por su capacidad de convocar elecciones en cuanto un PSOE aislado, debilitado y dividido no se adaptara a sus requerimientos; o en cuanto el bloque opositor en el Congreso presionara en exceso para cambios no asumibles por el PP. Con un nuevo PSOE reforzado, las posibilidades de una oposición basada en acuerdos conjuntos con Unidos Podemos y con el resto de fuerzas políticas que no han votado a favor de Rajoy en la pasada moción de censura, podrían significar un cambio de Gobierno o, al menos, un cambio en las políticas más regresivas implantadas por el PP desde 2011. Y en este cambio, los objetivos y principios antes definidos para el “ecosocialismo” deberían jugar un papel fundamental, incidiendo en corregir las tendencias más negativas presentes en este país o que inciden sobre el mismo en lo que se refiere a:
- La implantación generalizada de una economía basada en la supremacía del beneficio económico individual (que los conservadores defienden como paradigma de acción social), que ha implicado:
- La subordinación de la economía productiva a la economía especulativa;
- La subordinación del interés general a la filosofía del enriquecimiento individual, a través de la desregulación, en particular en el mundo financiero, y de la falta de consideración de las consecuencias ambientales de muchas de las acciones asociadas a ese enriquecimiento individual (destrucción de ecosistemas y pérdida de biodiversidad, incremento de la contaminación y de la emisión de gases de efecto invernadero, etc.);
- La regresión en los derechos del trabajador de los países desarrollados, tomando como referencia la situación de los países menos avanzadas en sueldos y derechos, aduciendo que es necesaria esta regresión para asegurar la competitividad internacional en un mundo globalizado;
- La distribución regresiva del valor añadido producido, con menor peso no sólo de los sueldos y salarios (mayores desigualdades) sino también de los impuestos para las administraciones públicas, lo que dificulta el incidir en la cohesión social, incrementándose las desigualdades sociales a nivel local;
- La progresiva concentración de la propiedad de los recursos y capitales productivos en multinacionales y en distintos fondos de capitales (fondos soberanos, fondos de pensiones, bancos de inversión, etc.).
- En esta filosofía de atender a los intereses particulares y a los negocios propios sobre los generales, los medios de comunicación, en colaboración con las redes, se centran en lo popular, lo sensacional y lo que “vende”, potenciando hechos “irrelevantes” o “sensacionalistas”, al margen de su credibilidad y marginando noticias relevantes para los intereses generales. Se difunden “noticias falsas” o tergiversaciones de hechos reales que sus creadores ponen a circular a través de las redes sociales, y que benefician a sus intereses asociados, “normalizando” la mentira (“posverdad”) para favorecer el control social. Por ejemplo, medios controlados por la Generalitat de Cataluña falsean sus relaciones económicas con España o las consecuencias del independentismo; Donald Trump ha inventado y falseado datos y hechos, que los media han difundido y han sido creídos por sus seguidores, al margen de la falsedad de los mismos; partidos “pro-brexit” falsearon la situación y efectos del mismo, etc.
- El incremento de las desigualdades en la renta y en la riqueza nacional y regional en España debe encuadrarse en una dinámica similar a nivel mundial, derivada de la señalada financiarización de la economía y del control de la misma por las multinacionales. Un crecimiento lento del PIB, combinado con altos niveles de deuda y con el mantenimiento del crecimiento demográfico desigual entre los países desarrollados y el resto del mundo, lleva a una potenciación de los riesgos de aparición de Crisis financieras y genera, a su vez, un aumento de las desigualdades y tensiones sociales. Aunque se está produciendo un incremento de la clase media en las economías emergentes, se está debilitando en paralelo la posición de esta clase media en los países desarrollados, con una tensión social que tiende a favorecer las posiciones fascistas y autoritarias.
- El deterioro de las condiciones sociales de la clase media de los países desarrollados y la corrupción económica y política, presente fundamentalmente en el partido popular en el caso español, ha dado lugar a un fuerte incremento de posiciones “anti-establishment” (todos los partidos son iguales). En España, desde el Gobierno de Rajoy, estas posiciones se pretenden combatir con referencias a que ha sido cosa de personas que ya no están en el PP y con un crecimiento económico que haga olvidar la corrupción. No obstante, se constata que el incremento del PIB no será suficiente para corregir la creciente desafección social que afecta al sistema, y se hacen necesarios cambios y reformas que permitan superar el modelo de desarrollo capitalista asociado a una sociedad de consumo, en parte ya cuestionado por los propios desarrollos científico-técnicos.
- Fuerte incremento de la polarización social, de las opiniones políticas o religiosas radicales, y del nacionalismo. La toma de decisiones está cada vez más influenciada por las emociones, en un mundo en el que la Globalización ha borrado las identidades personales, que ahora se tratan de reafirmar, y en el que la sociedad culpa a dicha Globalización del deterioro del empleo. La reafirmación de principios como los asociados al “ecosocialismo” es una necesidad, pero también una oportunidad para ilusionar con unos objetivos de futuro más igualitarios y sostenibles a la sociedad.
- La transición hacia un orden mundial más multipolar está poniendo en tensión los sistemas de cooperación global, tanto en aspectos ambientales como en el trato a refugiados e inmigrantes, o en las amenazas a los Tratados Comerciales existentes o a los nuevos propuestos. El “Brexit” o la elección y políticas de Donald Trump en EEUU muestran los cambios en la gobernanza internacional, con la pérdida de peso o incremento de la ineficiencia de los acuerdos o redes de instituciones mundiales o regionales (por ejemplo, el G7, G20, la ONU, el FMI, la OTAN, etc.), lo que aumenta el vacío de poder mundial, y la prevención de soluciones efectivas a los retos mundiales basadas en la defensa del interés general. Una de sus consecuencias es el incremento del número de refugiados desplazados de sus países de origen por conflictos militares, ambientales, económicos o sociales, alcanzando el actual record histórico de más de 65 millones de personas desplazadas, equivalentes a la población del veinticuatroavo país más poblado del mundo. La creciente presión de estos desplazados sobre el mundo desarrollado es una de las fuentes de inestabilidad que aparecen con fuerza en el horizonte.
- La Cuarta revolución científico-técnica está transformando las relaciones sociales, productivas y económicas. Y aunque la innovación ha creado históricamente nuevos tipos de trabajos que sustituían a los obsoletos, este proceso creativo requiere mucho más tiempo que el inmediato de la destrucción de empleos por la digitalización y robotización, cuyos beneficios se limitan a los propietarios del capital, colaborando con la pérdida de cohesión social y de la legitimidad de los políticos ante la fuerte incidencia disruptiva del cambio tecnológico que se está produciendo.
- Aumento de la dependencia cibernética por el incremento de la hiperconectividad asociada al incremento de la interconexión digital de las personas y de las cosas. Asociado a esta tendencia se encuentra tanto la capacidad de control social y la amenaza contra la libertad de los individuos, como el aumento de los delitos en el ciberespacio, que se estima cuestan a la economía global del orden de 445 mil millones de US$, superando el PIB de muchas economías nacionales. La fragilidad del sector productivo, de los servicios sociales para el bienestar o de la propia convivencia ciudadana ante estas amenazas cibernéticas, abren un nuevo frente de conflicto y de necesidad de intervención pública protectora del interés general.
- El envejecimiento de la población en España, por un saldo vegetativo nulo o negativo y el incremento de la esperanza media de vida, implica nuevos riesgos sobre la sostenibilidad económico-financiera del sistema de pensiones actual, y la necesidad de establecer mecanismos correctivos que, a la vez que asegure la calidad de vida y una renta adecuada a las necesidades sociales de los mayores, estableciendo mecanismos redistributivos viables a largo plazo, establezca estructuras consistentes con el nuevo marco preciso para la transición a un nuevo modelo de desarrollo.
En todo caso, hay que destacar –como considera básico la posición ecosocialista- que los riesgos relacionados con el medio ambiente (sucesos climáticos extremos; desastres naturales asociados a agresiones antrópicas; inadecuada adaptación al calentamiento global; crisis hídricas; colapso de ecosistemas y pérdida de biodiversidad; etc.) son fundamentales en la actual dinámica mundial, tanto por su elevada probabilidad de materialización, como por la elevada gravedad previsible de sus efectos asociados. Pero de todos ellos, no hay ninguno más amenazante que el calentamiento global. Se ha hecho normal que, cada año, la temperatura promedio de la superficie del planeta aumente. El año 2016 fue el año más caliente desde 1880. El récord anterior lo tenía el 2015. Y antes el 2014. Los diez años más calientes de la historia han ocurrido después de 1998. Las temperaturas propias del verano se generalizan en la primavera. La desaparición de enormes superficies de hielo polar han alcanzado un tamaño equivalente a la superficie de la India. …
En España, con respecto a los riesgos ambientales, es evidente que al margen de las necesarias políticas ambientales de adaptación al cambio climático, a las crisis hídricas, y al colapso de los ecosistemas y de la biodiversidad, sobre las que tan poco y mal ha actuado el Gobierno del PP, es imprescindible una nueva política que prevenga los efectos más negativos de estos riesgos sobre las costas –y por lo tanto el turismo- el balance hídrico, el sector primario y los ecosistemas, aprovechando al máximo la puesta en valor e internalización de sus servicios. Pero no se puede olvidar que los riesgos ambientales son inherentes a la contradicción entre la sociedad capitalista de consumo y los recursos del planeta.
En el 39º Congreso del PSOE, el documento “Somos socialistas. Por una nueva Socialdemocracia” propuesto como enmienda de sustitución número 5 a la Ponencia Marco en la Memoria de Enmiendas de la Comisión 1, recogía claramente muchos de los aspectos contemplados, tanto en cuanto autocrítica (“La socialdemocracia tampoco identificó a tiempo las graves consecuencias sociales del impacto ecológico del neoliberalismo, que ya estaban siendo advertidas por la comunidad científica, y que comportarían progresivamente una mayor frecuencia e intensidad de riesgos climáticos, contaminación, inseguridad alimentaria y de acceso al agua, afectando, sobre todo, a los ciudadanos y ciudadanas más desfavorecidos.”) como en cuanto propuestas, corrigiendo las evidentes deficiencias en este aspecto de la inicial “Ponencia Marco”.
Centrándonos en las Propuestas, en el Marco Estratégico propuesto, respecto a los Principios y Valores del Socialismo, en el apartado 1.1.2., se señalaban específicamente “Tres nuevos principios de la socialdemocracia: igualdad de género, sostenibilidad ecológica y democracia social”, que unidos a los recogidos en el primer apartado (1.1.1.) “igualdad, libertad y solidaridad”, encuadraban perfectamente valores específicos del ecosocialismo y de las preocupaciones de la nueva economía ecológica y ambiental. Aspectos que quedan más claramente definidos cuando atendemos a que, en dicho apartado 1.1.2., se recogía específicamente la referencia a “un nuevo principio básico del socialismo democrático: la sostenibilidad ambiental como garantía imprescindible de un progreso seguro, más justo y más duradero tanto para las generaciones presentes como las futuras.”
Y, en línea con lo que establece Naciones Unidas en su Agenda 2030 –Transformar el mundo- al definir los Objetivos de Desarrollo Sostenible -y han firmado pero no aplican Gobiernos de países como el actual de España- se reconoce que es necesaria “una transformación sustantiva de cómo producimos, consumimos e interactuamos con el ecosistema de nuestro planeta. No queremos seguir pasando por alto la interdependencia de lo económico, lo social y lo ambiental. … Esto implica ampliar la solidaridad intrageneracional, objeto central del socialismo, a una nueva solidaridad con las generaciones futuras. Solidaridad que solo se conseguirá con la sostenibilidad ambiental y social de un modelo económico y convivencial que establezca nuevos paradigmas en los patrones de producción y consumo; es decir, con una nueva forma de estar en el Planeta.”
Aunque a la vista de lo señalado en páginas anteriores, hay que calificar como excesivamente optimista –aunque esperanzadora- la valoración que se realiza de la actual “cuarta gran revolución científico técnica” cuando se afirma que “con la revolución tecnológica a la que asistimos, podemos dirigirnos hacia una sociedad sin escaseces, una sociedad de la igualdad y el bienestar en armonía con los límites ecológicos de nuestro planeta.”, y que en el proceso de Transición “lo que es necesario es favorecer a través de un régimen democrático enriquecido con mayor participación y capacidad de debate ciudadano, las reformas necesarias para que la propia realidad social camine en la dirección adecuada.”
Desgraciadamente, toda revolución científico-técnica ha terminado asociada a conflictos o revoluciones sociales de unos perdedores que se resisten a los cambios –y en esta cuarta revolución son muchos los afectados en sus intereses o en la calidad y disponibilidad de puestos de trabajo- frente a los que controlan los nuevos beneficios, cuyo poder y resistencia a cambios en el modelo de sociedad capitalista de consumo que los sustenta es mucho más elevado. Lograr una Transición no traumática no va a ser fácil y requiere tanto la concienciación y corresponsabilización de las personas, como una transformación ideológica no sencilla bajo la dominancia de unos medios de comunicación sesgados, y una actuación de los Gobiernos y de las Administraciones normalmente alineadas a los intereses del poder económico actual. Se necesitan importantes cambios para que la Transición sea viable y no traumática, empezando por un verdadero control social del poder, y continuando con la adopción de una planificación socioeconómica y territorial con objetivos claros, en línea con valores u objetivos que, como mínimo, estén en consonancia con la Agenda 2030 -y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible- y con la Hoja de Ruta por una Economía descarbonizada al 2050 de la Unión Europea.
El 39º Congreso del PSOE ha tenido quizás su mayor novedad y el cambio más significativo en su Programa al introducir la opción por una transición ecológica: “La transición ecológica de la economía que propugnamos será una transición JUSTA, que garantizará empleo y bienestar a todos los trabajadores de todos los sectores productivos;…”. Con ello, se han complementado correctamente unos Programas, que tradicionalmente se han venido ocupando de los objetivos de índole social más relacionados con el bienestar de las personas, pero que carecían de reflexión y cuestionamiento del modelo de crecimiento de la sociedad de consumo capitalista; y que incluso, en no contadas ocasiones, han propugnado y gestionado políticas en su favor, pese a las inevitables consecuencias de fuerte incremento de la insostenibilidad ambiental y del deterioro de la cohesión socioeconómica por la colaboración en el incremento de las desigualdades.
Y aunque en el detalle de medidas que específicamente se proponen tras el 39º Congreso no dejan de existir las inevitables inconsistencias por contradicciones entre lo propuesto y los objetivos que se dicen perseguir –problemática común a todos los Programas de partidos políticos, que siempre tratan de contentar a “todas las partes”- hay que valorar el fuerte compromiso de los acuerdos de dicho 39º Congreso con los principios del “ecosocialismo” tal y como se ha definido al principio de este artículo. Esperemos que la priorización de estos principios se transforme en un Programa de Gobierno, concertado y coordinado con otras fuerzas políticas, que viabilice un futuro Gobierno del PSOE capaz de ejecutar sus contenidos.