Artículo de nuestro compañero Antonio Serrano en Revista Sistema
En lo que llevamos de año se están poniendo encima de la mesa discusiones sobre si la única respuesta a los procesos de superación de los límites ecológicos y al calentamiento global es una política de decrecimiento, de estancamiento distribuido, o de establecimiento de un nuevo modelo de desarrollo en línea con las políticas del “Pacto Verde Europeo”, del propuesto en EEUU por su Presidente, o con un mayor nivel de optimismo, de las últimas pretensiones y alternativas recientemente presentadas por Naciones Unidas en su último “Informe Nuestra Agenda Común”[1].
Los detractores de cada alternativa la caracterizan con eslóganes que tratan de desautorizarlos: decrecimiento = “menos de todo”; redistribución con estancamiento = “expoliación patrimonial”; nuevo modelo de desarrollo = “todo sigue igual”.
Todo sigue igual
La idea básica de esta alternativa es la de que, en síntesis, políticas ligadas al “Pacto Verde” o las buenas intenciones propugnadas desde Naciones Unidas, desde 2015 insertas en su propuesta de “Agenda 2030. Transformar el Mundo”, con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible”, en el fondo vienen a ser continuar el modelo de crecimiento de la sociedad capitalista de consumo con la potenciación de sectores productivos menos agresivos con el medio ambiente, pero sin tocar las relaciones de producción, y con una política redistributiva justo hasta el nivel que permita mantener el creciente malestar social por debajo de límites incontrolables.
No obstante, Naciones Unidas no deja de avisar de lo delicado de la situación actual en cada uno de sus Informes, ni renuncia a su posición positiva y de anuncio de alternativas, confiando en la buena voluntad de todos. Así, en la citada nueva Nuestra Agenda Común, destaca:
- Es hora de volver a apostar por la solidaridad mundial.
- Es hora de renovar el contrato social entre los Gobiernos y la población, y dentro de cada sociedad.
- Es hora de poner fin a la “infodemia” que asola nuestro mundo, terminando de una vez la “guerra contra la ciencia”.
- Es hora de corregir una falla mayúscula en la manera en que medimos la prosperidad económica y el progreso.
- Es hora de pensar a largo plazo, a fin de hacer más por la juventud y las generaciones venideras y prepararnos mejor para los desafíos que tenemos por delante.
- Es hora de que tengamos un sistema multilateral más sólido, más interconectado e inclusivo, cuyo eje sean las Naciones Unidas.
Con una propuesta final, dentro del escasísimo margen de actuación de este organismo, de que se celebre una Cumbre del Futuro para forjar un nuevo consenso global sobre cómo debería ser nuestro futuro y qué podemos hacer hoy para que se convierta en realidad.
El actual Secretario General de la ONU está potenciando la dimensión científica de los Informes de la ONU, como también sucede, aunque con los correspondientes filtros de “los representantes de los Gobiernos”, con los Informes que cada una de las Conferencias de las Partes (COPs de Desarrollo Sostenible, Biodiversidad, Desertificación o Cambio Climático) presentan a la ciudadanía antes de su realización. Y así sucede también con este último Informe sobre “Nuestra Agenda Común”, en el que se destaca, tal y como apreciamos en las dos páginas siguientes (páginas 15 y 16 del Informe) un Escenario de Retroceso y Crisis Perpetua, frente a un Escenario de Avance y Perspectivas de un Fturo más Verde, más Seguro y Mejor.
El primer Escenario nos muestra una realidad científica derivada de un proceso histórico muy condicionado en los últimos años por las consecuencias de la crisis financiero-especulativa iniciada en 2008, y por los efectos asociados a las medidas tomadas, a partir de marzo de 2020, para combatir los riesgos sobre la salud derivados de la pandemia. Efectos que están teniendo importantes consecuencias sociales, muy bien reflejadas, en cuanto a riesgos y retos para el caso español, en el último artículo de Tezanos, J.F. (2021)[2].
Y existe una problemática adicional no reflejada en los Escenarios anteriores, pero que sin embargo es capital para prever las consecuencias a las que se deberán afrontar las próximas generaciones: el previsible incremento sostenido de la población mundial, salvo que nuevas pandemias, guerras o catástrofes incrementen de forma muy sustancial la tasa de mortalidad y hagan caer radicalmente el crecimiento vegetativo mundial.
El propio Informe citado recoge las cifras (Pág. 44) ya comentadas en las páginas de esta Sección sobre el Escenario de unos 9.300 millones de habitantes, para 2050, y de 10.500 millones para el 2100, con un crecimiento diferencial muy sustancial en África (más que triplicando su población hasta el 2100). Y en sus páginas 49 y 56 hace referencia, respectivamente, a lo que denomina “degradación de los bienes comunes globales” (atmósfera, alta mar, Antártida y espacio ultraterrestre) y a la dinámica de calentamiento global y sus consecuencias, en línea con lo recogido en distintos artículos de esta Sección, en los que, reiteradamente, se ha venido haciendo referencia a los retos que significan (particularmente para España) los Escenarios derivados del Calentamiento Global –y del Cambio climático asociado- que está incrementando la frecuencia e incidencia de fenómenos climáticos extremos -precipitaciones (gotas frías o DANAs), temporales marítimos, sequías u olas de calor-, con efectos progresivamente más graves, según se va recogiendo en los sucesivos informes científicos que se van publicando[3].
¿Es posible una globalización diferente?
El citado Informe “Nuestra Agenda Común” aboga como cauce de solución a los posibles Escenarios de crisis, la potenciación del papel de Naciones Unidas en el marco de un “Multilateralismo Interconectado, Inclusivo y Eficaz”, lo cual dista mucho de lo que ha sido la trayectoria histórica de la gobernanza mundial y de los intereses que sustentan la globalización económico-financiera del planeta.
La complejidad de la gobernanza estatal, regional (caso de la UE) o global, donde los equilibrios geoestratégicos y la diferente posición de países como el G20, el G7, EEUU, China o Alemania/Francia (como guías fundamentales de las políticas de la UE), o de países de incidencia mucho menos global, pero en absoluto despreciable, como Japón, India o Australia en Asia/Oceanía, o de Brasil/México en Iberoamérica, vuelven un poco retórica la discusión sobre si existen –hoy y ahora- alternativas posibles fuera del modelo de crecimiento capitalista (de supuesto mercado, pero realmente oligopólico, o de estado, como el imperante en China) de la actual sociedad de consumo.
Porque no se puede olvidar que, por encima de estas dinámicas geopolíticas, gravita el hecho de que este sistema favorece, fundamentalmente, a las élites y multinacionales de todos estos países geopolíticamente dominantes en la dinámica de transformación del planeta[4], que son los que acumulan activos financieros y contribuyen a que el capital internacional se organice atendiendo a ese proceso de acumulación, siendo los trabajadores los perdedores en nuestro actual –y previsiblemente futuro- sistema comercial y financiero global.
Obviamente, esta dinámica se ha producido porque la población mundial también ha visto mejorados sus niveles de consumo y bienestar, dando soporte y estabilidad a una dinámica global que, hasta inicios de la década de los noventa del siglo XX, había venido acompañada de políticas públicas que, en mayor o menor medida, consolidaban la situación de las clases medias, fundamentalmente en los países desarrollados.
Desde entonces, las desigualdades, los conflictos sociales y el incremento del malestar, junto al progresivo deterioro ambiental del planeta, están poniendo en cuestión la sostenibilidad de una dinámica global, cuyos parámetros básicos se cuestionan periódicamente, no ya solo desde el mundo científico o los periódicos y sucesivos Informes promovidos desde el Secretariado de Naciones Unidas, sino desde el propio Foro de Davos, o desde organismos globales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), o el Banco Mundial (BM).
¿Decrecimiento o redistribución como alternativas?
El 11 de mayo de 2021, la Revista Nature publicaba un artículo de Keyßer, L.T. & Lenzen, M. (2021)[5] donde se ponía en cuestión que el IPCC basara todas sus políticas de mitigación del cambio climático en una combinación de complicadas y controvertidas medidas de ahorro y reducción de emisiones con supuestos cambios tecnológicos sin precedentes hasta la actualidad, dando por hecho que el objetivo es que se pueda seguir con el crecimiento continuo del PIB. Sin embargo, aunque teóricamente tiene el compromiso de analizar todas las alternativas de mitigación posibles, no han tenido en cuenta “escenarios de decrecimiento”, donde la producción económica disminuyera para lograr la estricta mitigación del calentamiento hasta 1,5ºC.
Ante esta ausencia, en su artículo demuestran que este “decrecimiento” minimiza muchos riesgos clave para la viabilidad y la sostenibilidad, en comparación con las vías impulsadas por la tecnología, como son la dependencia de las exigencias del IPCC sobre el alto desacoplamiento de energía-PIB, sobre la eliminación de dióxido de carbono a gran escala, o sobre la rapidez de una transformación a energías renovables a gran escala.
En el propio artículo señalan las limitaciones del modelo utilizado y de la concepción del “decrecimiento” que aplican[6], considerándolo sólo un primer paso para explorar en mayor detalle escenarios de decrecimiento. No obstante, recogen una buena cantidad de aportaciones y referencias a ese Escenario de decrecimiento que, necesariamente funcionaría de manera diferente a la sociedad actual, y para el que la referencia al PIB, “indicador manifiestamente inadecuado para reflejar el bienestar social, ya que no incluye el trabajo no monetario, como el trabajo de cuidado y la participación comunitaria, así como la desmercantilización de la actividad económica hacia el compartir, los regalos y los bienes comunes” y debería sustituirse por indicadores de satisfacción de las necesidades humanas multidimensionales.
Lo que nos lleva a muchos años de discusión sobre las necesidades humanas, el bienestar, la felicidad, la justicia, la ética, el crecimiento o el desarrollo y la sostenibilidad. Por no remontarnos a los clásicos griegos y a todo el desarrollo filosófico/religioso sobre estos conceptos, así como a su relación con la dinámica de las relaciones sociales que en cada momento del tiempo ayudan a comprender los respectivos posicionamientos y propuestas, podemos centrarnos en las aportaciones de los últimos años más difundidas sobre decrecimiento y redistribución, como aportaciones a la reversión de una dinámica global que lleva al desastre a la humanidad si pretende generalizar los niveles de consumo de la sociedad occidental al conjunto de la población mundial del 2050.
El artículo de Keyßer, L.T. &, Lenzen, M. (2021) citado, y New Left Review[7], recogen multitud de referencias o posicionamientos del último decenio significativos, desde la ecología, la socialdemocracia, o el anarquismo o comunismo a la problemática del decrecimiento. Y son más numerosas e históricas aún, las referencias a la redistribución global de la renta y la riqueza en un mundo “desfinanciarizado”, o no, dentro de las que, últimamente, han destacado en los medios de comunicación, las aportaciones de Piketty, T., desde su obra, de 2013, “El capital en el siglo XXI” a la última editada[8], que no cuestiona, en absoluto, la sociedad de consumo capitalista, sino que se centra, básicamente, en procesos ligados a la redistribución de la riqueza y al tratamiento de las crecientes desigualdades sociales, obviando realmente la temática de la sostenibilidad ambiental. Pero que también muestra cómo los votos que las personas introducen en las urnas está muy directamente relacionado con la renta, la cualificación, el género o la identidad ético-religiosa y, en última instancia, con los intereses materiales e identidades sociales.
Una defensa tradicional del “estancamiento cuantitativo”, que no cualitativo, podemos encontrarla, desde una visión más ecologista, en las propuestas de Daly, H. (1993, 2018)[9], que es el que de manera más consciente señala el problema del crecimiento demográfico como uno de los problemas capitales para la sostenibilidad.
El decrecimiento, sin embargo, es para muchos la única respuesta a esa sostenibilidad. Tratan de establecer, partiendo de abajo a arriba, el máximo “estadio” hacia el que conducir el decrecimiento, buscando la imposible relación de bienes y servicios básicos para un nivel de bienestar humano generalizable al conjunto de la población mundial, que tenga en cuenta las distintas culturas, formas de vida y aspiraciones sociales. Se confía en que la actuación de millones de personas y de líderes del cambio social trabajando en comunidades locales, o asociándose para desarrollar alternativas al margen de la sociedad de consumo capitalista, puedan sustentar un cambio progresivo y duradero, descarbonizando la socioeconomía mundial, integrando la producción y el consumo de forma sostenible con los servicios de los ecosistemas y la conservación de la biodiversidad, y demostrando al mundo que el cambio es posible[10], porque ellos lo están materializando en la práctica.
El segundo camino al decrecimiento trata de establecer, de arriba a abajo, siguiendo los caminos trillados de la macroeconomía, desde los modelos de Leontief, a los modelos de interacción físico/económicos utilizados desde el siglo pasado, por ejemplo, en la planificación ecosistémica. Se renuncia, correctamente, al PIB como indicador de bienestar y se sustituye por indicadores asociados a los procesos de transformación antrópica que afectan a los límites básicos de la sostenibilidad biofísica del planeta, relacionando estos con las demandas máximas admisibles para mantener los niveles de gases de efecto invernadero en cantidades compatibles con un máximo de calentamiento global, la afección a la biodiversidad y a los ecosistemas con una restricción a los cambios en los usos de la tierra que les afecten, y la recuperación y renaturalización de los más significativos para su preservación, etc.
Es evidente que con un nivel conveniente de generalización, estos modelos de interacción físico/económica herederos en mucho de sus aspectos del modelo de Leontief y de sus tablas input-output, aunque complejos y necesitados de numerosas hipótesis restrictivas, son útiles –y personalmente he tenido la oportunidad de calibrarlos y utilizarlos- y permiten tener una idea de situaciones reflejadas desde el Informe del Club de Roma, de 1972, sobre “Los Límites del Crecimiento”, en numerosas investigaciones y estudios. Y hasta son capaces de establecer cuál debería ser la demanda mundial y per cápita compatible con emisiones de gases de efecto invernadero, huella ecológica, consumo de materiales básicos y recursos naturales que fijarían los límites al crecimiento bajo distintas hipótesis de desarrollo tecnológico.
Supongamos que, científicamente, esta segunda vía pueda llegar a establecer hasta donde, como y con qué niveles de distribución global (entre países, para asegurar Índices de Desarrollo Humano homogéneos en marcos de Huella Ecológica sostenible), o de distribución en cada país, región o municipio debería situarse la producción, el tipo de producción y el consumo de bienes y servicios, presididos no por el beneficio ni la acumulación de capital, sino por los principios de igualdad de oportunidades y de sostenibilidad. ¿Aceptarían las élites -y las multinacionales- cambios que afectarían radicalmente a sus intereses y al proceso de acumulación capitalista? ¿Podrían gobiernos democráticos subsistir a su presión directa o indirecta a través de los “media”? ¿Aceptarían las clases medias y trabajadoras de los países desarrollados mayores renuncias a sus niveles de consumo privilegiados?
Si existen dudas insuperables sobre la viabilidad política del cambio democrático, por la vía menos traumática de la planificación y gestión pública consensuada con todos los agentes sociales para evitar males mayores, sólo nos queda esperar que la vía “de abajo a arriba” adquiera la suficiente dimensión, y que el cambio bienintencionado reflejado en documentos como la nueva “Nuestra Agenda Común” permita avanzar en el retraso de las catástrofes no improbables de la dinámica actual, para que la confluencia de la primera y la constatación de la gravedad de los efectos de la segunda, hagan converger la solución hacia la alternativa democrática de limitar el crecimiento cuantitativo y sustituirlo por un desarrollo cualitativo, basado en unas relaciones sociales distintas a las del capitalismo, hasta un nivel que, hoy por hoy, debería no superar los límites biofísicos del planeta, ni su huella ecológica la biocapacidad del mismo.
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[1] https://www.un.org/es/content/common-agenda-report/assets/pdf/informe-nuestra-agenda-comun.pdf
[2] Tezanos, J.F. (2021).- “¿Hacia qué mundo nos encaminamos? Temas. Sept 2021. Nº 321. Págs. 5 a 8.
[3] El 6º Informe del Grupo de trabajo 1 del IPCC presentado el 9 de agosto de 2021, ratifica, tanto las indudables causas antropogénicas del calentamiento, como que las consecuencias ya registradas en la producción de temperaturas, precipitaciones o sequías extremas, están superando, negativamente, los efectos contemplaos en su anterior 5º Informe. IPCC (2021).- “Summary for Policymakers”. In: Climate Change 2021: The Physical Science Basis. Contribution of Working Group I to the Sixth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change. https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg1/downloads/report/IPCC_AR6_WGI_SPM.pdf
[4] Aunque compleja, la obra de Klein, M.C. & Pettis, M. (2020).- “Trade Wars are Class Wars: How creciente Inequality Distorts the Global Economy and Threatens International Peace”. Yale University Press. 2020., proporciona pautas de gran interés para comprender estas dinámicas y su dificultad de reversión hacia un mundo más justo y, por ende, más sostenible.
[5] Keyßer, L.T., Lenzen, M. (2021).- “1.5 °C degrowth scenarios suggest the need for new mitigation pathways”. Nat Commun 12, 2676 (2021). https://doi.org/10.1038/s41467-021-22884-9
[6] Op.cit. Pág 11: “nuestro modelo ignora el sector monetario, las conexiones entre la disponibilidad de energía y material y el crecimiento económico, así como los requisitos de energía y materiales, de abajo hacia arriba, para un nivel de vida digno”.
[7] De más actual a antigua publicación en los últimos tres años: Números: 128, 127, 123,115,112.
[8] Piketty, T. (2021).- “Une breve historie de l’égalité”. Editions du Seuil. París. 2021. Gethin, A., Martínez-Toledano, C. et Piketty, T. (2021).- “Clivages politiques et inégalités sociales: Une étude de 50 démocraties (1948-2020)”. Hautes Études. EHESS/GALLIMARD/SEUIL. París. 2021.
[9] Daly, H.E. (1993).- “Steady-State Economics: A New Paradigm”. https://phobos.ramapo.edu/~vasishth/Readings/Daly-SSE+New_Paradigm.pdf. Daly, H.E. Entrevista de Kunkel, B. (2018).- “Ecologías de escala”. NLR 109. Marzo-abril de 2018. Págs. 89 a 114.
[10] Hawken, P. (2021), en “Blessed Unrest”, recoge lo que él denomina “el mayor movimiento social de la historia» luchando de forma parcelada, individual o colectiva por un cambio que consideran posible: “The individuals featured in this book all try to do good, but this book is not only about doing good”. It is about people who want to save the entire sacred, cellular basis of existence –the entire planet and all its inconceivable diversity”. Pero, en su opinion, este basto conjunto de actors, no constituyen un “movimiento”.