Artículo publicado por nuestro compañero Kois en EL DIARIO.
La teoría del caos plantea la no linealidad de los procesos y las consecuencias no intencionales de nuestros actos, la mariposa que con su batir de alas desata una tormenta en la otra punta del planeta. La solitaria huelga de los viernes iniciada por Greta Thunberg, nuestra mariposa, ha desatado una movilización masiva y global de las generaciones más jóvenes contra la crisis ecológica, ella ha sido la chispa que ha incendiado una pradera seca por el cambio climático.
Edgar Morin afirma que nuestra esperanza debe sustentarse en lo improbable, en lo que tiene pocas probabilidades de pasar pero que de forma azarosa termina sucediendo. En el campo del ecologismo social nadie podía prever que un ciclo de acción colectiva tan impresionante iba a surgir de esta manera y con esta fuerza, siendo capaz de situar la crisis ecosocial en la esfera pública y forzar su incorporación a la agenda política. Igual que el 15M, las insurrecciones exitosas no se planifican, no se imponen por decreto sino que suceden… siguen la máxima de John Lennon de que la vida es eso que pasa mientras tratamos de hacer planes.
Esta insurrección ecosocial de las jóvenes generaciones coincide con el crecimiento subterráneo e imperceptible de movimientos como la internacionalización de la campaña de desobediencia civil ecológica de Extinctión Rebelllion, que hace unos meses logró cortar simultáneamente todos los puentes de Londres, y tiene fechada en el 15 de abril su próxima cita global, que llegará a nuestra geografía. Los vientos se vienen sembrando hace tiempo y parece temporada de recoger las tempestades. Unas revueltas arrancan con un fuerte poder destituyente, una voluntad de impugnar los poderes existentes y las narrativas oficiales.
Hay un proverbio oriental que afirma que para salir de un pozo, lo primero que hay que hacer es dejar de cavar. Así que las protestas permiten frenar el despliegue de la agenda neoliberal, deslegitimar sus dinámicas extractivas y cuestionar su viabilidad en términos sociales y ambientales. Una consecuencia derivada de esta conflictividad es que se abre la posibilidad de que emerjan nuevos relatos y de que las prácticas alternativas ganen espacio, volviendo factibles propuestas que eran tachadas de imposibles un tiempo antes. Y es que como dice Naomi Klein, tarde o temprano se constata que decir No, no basta; las protestas deben de combinarse con dar visibilidad a las propuestas.
Y es que frente a un fatalismo paralizante, lleva años desarrollándose un experimentalismo capaz de movilizar la ilusión de miles de comunidades locales, renovando algunos planteamientos del ecologismo y poniendo a disposición de la sociedad estructuras y patrones que pueden resultar funcionales ante las necesidades futuras: agroecología y agricultura urbana, monedas sociales, iniciativas de economía social y solidaria, cooperación público social en la gestión y mantenimiento de zonas verdes, compostaje comunitario, proyectos vecinales de energía renovable…
Ante la catástrofe que se avecina lo más tranquilizador es poder hacer algo, ofrecer a la gente la posibilidad de implicarse activamente en acciones concretas que formen parte de un proceso de cambio. Yo suelo contar como solemos decir aquello de «si no lo veo no lo creo», cuando en realidad para percibir las potencialidades de estas experiencias alternativas en marcha nos vemos obligados a creer en ellas, por lo que deberíamos decir «si no creo no las veo». Y siguiendo literalmente este esfuerzo por mostrar iniciativas y políticas públicas transformadoras a lo largo y ancho del planeta, hace unos años tuvo bastante impacto el documental francés Mañana. Una herramienta muy útil para visibilizar la existencia de una pluralidad de alternativas con elevados niveles de consistencia y alimentar una esperanza que hunda sus raíces en prácticas concretas.
Siguiendo la estela de Mañana, actualmente se encuentra abierto el crowdfounding para financiar el documental ALTER NATIVAS, que impulsado por la Red de Transición y la Revista Soberanía Alimentaria junto a una amplia constelación de entidades que lo apoyan, pone el objetivo de la videocámara en las iniciativas que en nuestros territorios están impulsando iniciativas inspiradoras, relevantes y replicables. Un proyecto orientado a plasmar en una película documental muchas de estas prácticas, rurales y urbanas, aprovechando las potencialidades comunicativas que tienen los audiovisuales.
Un documental que prioriza dar visibilidad a las innovaciones sociambientales que se desarrollan en los entornos no institucionales o menos institucionalizados, siendo inicialmente prácticas de cooperación social que, si demuestran su eficacia y logran un reconocimiento institucional, posteriormente pueden inspirar el diseño de políticas públicas. Una dinámica que en sí misma no es tan novedosa, pues de forma recurrente a lo largo de la historia el cooperativismo ha sido un repositorio para las políticas públicas transformadoras. Un ejemplo serían las mutualidades obreras, que surgieron para comprar ataúdes, para quienes fallecían en el trabajo, y evolucionaron hacia la provisión de seguros por accidente o enfermedad, hasta autogestionar servicios sanitarios para sus asociados. Los sistemas nacionales de salud y de seguridad social son la traducción a la escala estatal y a las lógicas del Estado de estas exitosas experiencias de las comunidades obreras.
Y es que como apunta el escritor de ciencia ficción Kim Stanley Robisnson, en el escenario actual de previsible colapso ecológico, las distopías han devenido conservadoras y previsibles; transmitiendo la incertidumbre, los miedos o el malestar presente en nuestras sociedades. Los futuros catastróficos ficcionados en el pasado comienzan a ser demasiado probables, y pierden el valor que podrían tener como detonadores del cambio social. El reto de nuestro tiempo no es describir nuestras ansiedades sino esbozar representaciones de sociedades alternativas al capitalismo, que estimulen la imaginación política, incentiven a la acción y movilicen la esperanza. Este documental llevará muchas de ellas a las pantallas, por lo que en nuestras manos y bolsillos esta apoyarlo.
Indudablemente estas experiencias tienen carencias, sesgos, incoherencias; no son suficiente pero son indispensables. Indudablemente las políticas públicas deberían ayudarlas generando ecosistemas abiertos al experimentalismo y que resulten facilitadores, dotándolas de recursos y legitimidad, incentivando sus saltos de escala, haciéndolas replicables y universalizables para los grupos sociales más desfavorecidos.
Y es que a largo plazo el precio a pagar por una protesta contundente, es disponer de unas propuestas alternativas consistentes.