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IX Informe FOESSA sobre Exclusión y Desarrollo Social en España

Publicado en 5 noviembre, 2025 por Foro Transiciones Publicado en Sin categoría

España atraviesa un proceso inédito de fragmentación social: la clase media se contrae desplazando a muchas familias hacia estratos inferiores. Tras dos décadas de crisis encadenadas, las fases de recuperación no han cerrado la brecha y han llevado a España a contar con una de las tasas de desigualdad más altas de Europa. La integración social se erosiona y la exclusión grave permanece muy por encima de los niveles de 2007. En 2024, la exclusión severa se sitúa un 52% por encima de 2007, lo que arroja un saldo de 4,3 millones de personas.

Este informe realizado por un equipo de 140 investigadores procedentes de 51 universidades, centros de investigación, fundaciones y entidades del Tercer Sector, ha contado con la participación de nuestra compañera Yayo Herrero.

El IX Informe FOESSA señala que pese a las dificultades que afrontan a diario los hogares en exclusión severa, tres de cada cuatro activan estrategias de inclusión, es decir, buscan empleo, se forman, activan redes y ajustan gastos, pero chocan con barreras estructurales, se topan con dispositivos fragmentados, con recursos escasos y muy poco personalizados. La activación en estos hogares pasó del 68% en 2021 al 77% en 2024.

Vivienda inaccesible y empleo precario, los grandes motores de la exclusión

Los principales motores de la exclusión social en España son la vivienda y el empleo. “La vivienda es hoy el factor que está activamente reconfigurando nuestra estructura social, expulsando a uno de cuatro hogares de una vida digna, y triturando el difícil equilibrio de las clases medias”, aseguró Flores.

Los datos son claros. El 45% de la población que vive en régimen de alquiler se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social, la cifra más alta de la UE. El alquiler se ha convertido en una trampa de pobreza.

Aunque el empleo mejora macroeconómicamente, ha perdido gran parte de su capacidad protectora e integradora. La precariedad laboral se ha convertido en la nueva normalidad, afectando a casi la mitad (47,5%) de la población activa. Se trata de 11,5 millones de personas atrapadas en diversas formas de inseguridad laboral. Más de un tercio de la población excluida moderada o severa trabaja.

El segundo factor multiplicador es el origen familiar. Los hijos de personas con bajo nivel educativo tienen más del doble de probabilidades de caer en situaciones de pobreza que los de progenitores altamente formados.

La desigualdad se mide en años de vida

El informe FOESSA introduce otro factor determinante: la salud. La desigualdad también se mide en años de vida. Además del deterioro de la salud asociado a la malnutrición, el informe detecta cómo las listas de espera y la dificultad para conseguir cita están minando el acceso a la sanidad.

El dato más grave es que el 6% de las familias más vulnerables que tenían una enfermedad grave no recibió atención médica el año pasado. El doble que en el conjunto de la sociedad. La salud mental también se resiente. Los diagnósticos de depresión, ansiedad o trastorno adaptativo alcanzan al 6% de la sociedad, pero superan el 12% entre quienes viven en exclusión severa.

Crece el aislamiento entre personas en exclusión severa

La herida más profunda de todas es la ausencia de una red de relaciones. Aunque a nivel general, en España, la soledad absoluta (no tener a nadie a quien acudir) es minoritaria e incluso ha bajado -del 6,2% de hogares en 2007 al 4,7% en 2024-, las personas en exclusión severa sufren una fractura aterradora.

El nivel de aislamiento de las personas en exclusión severa se ha quintuplicado, pasando del 3,2% en 2018 al 16,6% en 2024.

La exclusión grave crece en los hogares encabezados por mujeres

El primer grupo que sufre especialmente esta fractura social son las mujeres. La exclusión sigue creciendo y penalizando a los hogares encabezados por mujeres, pasando del 17% de exclusión en 2007 al 21% en 2024, y especialmente en las familias monoparentales que han pasado del 12% en 2007 al 29% en 2024. Del total de hogares excluidos graves, casi la mitad están encabezados por mujeres (el 42%, más de 15 puntos porcentuales desde 2007).

La situación administrativa irregular, un multiplicador de la exclusión

La exclusión no es un problema que España haya importado. El 69%, la gran mayoría, de las personas en exclusión son españolas.

Sin embargo, los datos muestran una brecha persistente y preocupante: casi la mitad (47,4%) de la población de origen inmigrante está en exclusión, una tasa que casi triplica la de la población autóctona (15,3%).

Un multiplicador directo de esta exclusión es la situación administrativa. El 68% de las personas extracomunitarias en situación irregular sufre exclusión, frente al 43% de quienes tienen permiso. 

La discriminación étnica se ha duplicado desde 2018 y alimenta la exclusión, especialmente entre población africana.

La infancia y la juventud, los grandes perdedores

Los grandes perdedores del modelo socioeconómico actual son los jóvenes y los niños. Un tercio de toda la exclusión severa en España corresponde a menores de edad, cuya tasa de pobreza se sitúa en el 29%, la más alta de todos los grupos de edad y de las mayores de Europa. A ellos se suma buena parte de la juventud que vive una situación de bloqueo vital: 2,5 millones de jóvenes están atrapados en una precariedad estructural, enfrentando tasas de temporalidad, parcialidad involuntaria y salarios bajos que duplican la media española.

La desigualdad salarial se enquista, golpeando especialmente a la juventud, que accede a su primer empleo en peores condiciones y con salarios entre un 15% y un 30% inferiores a las generaciones anteriores, rompiendo el equilibrio intergeneracional. Este “efecto cicatriz” que persiste sobre los salarios y la trayectoria laboral, genera pérdidas salariales acumuladas significativas a lo largo de la carrera profesional.

Un modelo que genera desigualdad y fractura

El informe señala que todos estos problemas son síntomas de un modelo de sociedad que genera estructuralmente desigualdad, precariedad y fractura. “Llegamos a la paradoja central que define nuestro tiempo como una sociedad del desasosiego. Coexiste esa bonanza económica aparente con malestares estructurales profundos: vidas bloqueadas, soledad, angustia ecológica, desesperanza. Vivimos en una sociedad ecológicamente vulnerable, anímicamente desasosegada y socialmente desgarrada”,

Ecológicamente insostenible

El actual modelo socioeconómico vive de espaldas a los límites del planeta. La huella ecológica de España triplica la capacidad de su territorio. Esto quiere decir que si todo el mundo viviera como lo hace la población en España, necesitaríamos el equivalente a 2,5 planetas.  

La crisis social (pobreza, exclusión) y la crisis ecológica (cambio climático, extinción masiva) son dos problemáticas interconectadas en las que emerge la desigualdad como un fenómeno transversal. Los hogares con mayores ingresos consumen hasta 3 veces más energía residencial y hasta 4 veces más en transporte privado que los de menores ingresos, generando emisiones igualmente desproporcionadas. El resultado es una paradoja en la que conviven «élites climáticas» con consumos sobredimensionados, con 1,8 millones de hogares en vulnerabilidad energética que no pueden mantener su vivienda en condiciones térmicas adecuadas.

Anímicamente desasosegada

Según el IX Informe FOESSA, la mezcla de precariedad vital, desigualdad creciente y la crisis ecológica alimenta una «sociedad del miedo». Paradójicamente, la conciencia cada vez mayor de los riesgos globales (sociales, climáticos) no se está traduciendo en acción colectiva transformadora, sino en un repliegue individualista, en un «sálvese quien pueda» que resulta ineficaz y peligroso. Este repliegue se manifiesta en una baja confianza generalizada hacia las instituciones y la propia democracia, percibida como ineficaz.

Lo más grave es que esta desconfianza y este miedo se instrumentalizan políticamente. Se construyen identidades excluyentes y «enemigos simbólicos» para desviar la atención de las causas estructurales. “A menudo, se señala a la población migrante, proyectando sobre ella miedos e inseguridades, a pesar de que los datos de este informe, como hemos repetido, demuestran que la exclusión no tiene su origen ni causa en la inmigración, aunque sí algunas de sus peores consecuencias”, advirtió el coordinador del estudio.

El auge del individualismo se refleja también en un cambio paulatino de valores: si hace décadas se priorizaba la igualdad, ahora se antepone a menudo la libertad personal a la igualdad social. Y sobre este individualismo imperante cabalga el persistente mito de la meritocracia, la idea del «hombre hecho a sí mismo», a pesar de que la evidencia demuestra que el origen familiar, la herencia y el capital social son decisivos.

Socialmente desgarrada

El resultado humano de este modelo socioeconómico son vidas precarizadas y bloqueadas: jóvenes sin poder emanciparse y familias angustiadas por la vivienda y el empleo precario.

Esta sociedad insatisfecha y advertida se niega a caer en la indigencia material y moral. A pesar del ruido, la polarización y el miedo, el informe también detecta capacidad de resistencia. Existe una voluntad de transformar la realidad, una negativa a resignarse que necesita expandirse”.

Hacia un cambio de paradigma

El informe constata que continuar con los modelos y políticas actuales, es decir, seguir haciendo lo mismo de siempre, conduce al colapso social y ecológico. A lo largo de sus más de 700 páginas, el informe reúne más de 85 propuestas concretas con capacidad para traducirse en políticas sociales, planes o programas de intervención diferenciados por ámbitos y procesos de exclusión —empleo, vivienda, garantía de ingresos, educación, salud, alimentación, familia y cuidados, lucha contra la discriminación, igualdad de género, transición energética, entre otros—.

Aunque la puesta en marcha de estas políticas resulta urgente, el informe advierte de que siguen siendo insuficientes para corregir las desigualdades estructurales y prevenir nuevas formas de exclusión, como las de carácter tecnológico o ambiental.

“Necesitamos un cambio radical de paradigma civilizatorio, un nuevo pacto social basado en valores diferentes que ponga en el centro la interdependencia, la ecodependencia y el cuidado.

Acceso al informe: AQUÍ

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