Artículo de nuestro compañero Antonio Serrano en la Revista Sistema
El artículo pasado de esta Sección lo iniciábamos haciendo referencia a la relegación de las políticas de protección de la naturaleza en el actual marco de fuertes turbulencias derivadas de las sucesivas crisis globales que están azotando al planeta, que, tras la invasión de Ucrania, tienen efectos acumulativos sobre un mundo en cambio global, con la inmensa mayoría de la población sufriendo unas consecuencias gravemente negativas, entre las que no son menores los riesgos de hambrunas y sus consecuencias desestabilizadoras internas y externas (migraciones).
Reiterábamos que el mantenimiento de la salud y bienestar de las personas no puede lograrse si no es en el marco de una naturaleza sana y sostenible que mantenga su biodiversidad y proporcione los adecuados servicios de los ecosistemas como soporte de esa salud y bienestar. Y culminábamos el artículo concluyendo que la priorización y puesta a disposición de medios y presupuestos para conservar la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas, ni están ni se les esperan más allá de regulaciones o propuestas que, después, son imposibles de implementar o gestionar por falta de los recursos necesarios; lo que nos llevaba a una situación de riesgos crecientes ambientales, que terminan convirtiéndose en socioeconómicos y de ruptura de equilibrios geoestratégicos.
En este artículo se complementa la información del anterior con una nueva referencia a la insostenibilidad de la actual dinámica de la sociedad de consumo capitalista, derivada de la consideración de los nuevos datos publicados sobre el desbordamiento de los denominados “límites planetarios”[1].
En íntima relación con este hecho, nos referiremos al auge que parecen estar recibiendo políticas “decrecentistas”, considerando la posición manifestada por el ministro Alberto Garzón (2022)[2] y la convocatoria abierta, este 14 de mayo, por parte de Izquierda Unida (IU) para tratar sobre los contenidos del manifiesto “Decrecer para vivir”[3], con aspectos bastantes cercanos al manifiesto de Löwy, M. et alt. (2022), de 1 de abril de 2022, sobre un decrecimiento ecosocialista[4].
Por último, en la superación de los “límites planetarios” el petróleo sigue jugando un papel fundamental, como hemos tenido ocasión de señalar reiteradamente en estas páginas (emisiones de gases de efecto invernadero, contaminación, etc.). Pero, atendiendo al límite planetario que aparece más ampliamente desbordado en la actualidad –Contaminantes ambientales y por elementos artificiales nuevos (plásticos, derivados del petróleo, etc.…)- terminaremos el artículo con una reflexión común a las propuestas realizadas desde las visiones decrecentistas: la necesidad de cambios radicales en las formas de consumo, también en el campo de los derivados del petróleo, y la dificultad de su materialización práctica global.
El agravamiento del desborde de los límites planetarios.
Wang-Erlandsson, L. et alt. (2022)[5] han incorporado una dimensión adicional superada (y ya serían seis) al conjunto de los nueve “límites planetarios” definidos por el Centro de Resiliencia de Estocolmo[6], que nos llevaría a la situación que se sintetiza en el Cuadro y Figura siguientes, donde ya se han integrado la superación de límites asociadas al “agua verde” y a los “contaminantes ambientales y por elementos artificiales nuevos (plásticos, derivados del petróleo, etc.…)” investigados en este año 2022.
¿Un decrecimiento viable?
En estas páginas hemos reiterado, a través de la recopilación de los resultados de distintas investigaciones, como la dinámica demográfica mundial prevista por Naciones Unidas, un consumo en expansión bajo una sociedad regida por principios capitalistas, y unos intereses y mecanismos de control puestos a disposición del proceso de acumulación global, aunque en crisis por las luchas tradicionales por el poder derivadas, en parte, por los cambios en las relaciones técnicas y sociales de producción, nos conducen, cada vez con un margen de error más estrecho, a catástrofes ecosociales.
En este marco hemos situado también en estas páginas análisis sobre los principios que sustentan las distintas teorías del decrecimiento o del “buen vivir”[7], con unas conclusiones claras respecto a su escasa viabilidad, aquí y ahora, atendiendo a los intereses y poderes que se verían negativamente afectados por los cambios imprescindibles que implicaría. Pero también destacando que la difícil viabilidad de este tipo de políticas no exime de la urgente necesidad de una transición ecosocial que permita avanzar hacia un “buen vivir” compatible con los “límites del planeta”, asegurando la sostenibilidad de la humanidad sobre la Tierra.
El manifiesto “Decrecer para vivir” publicado por IU se plantea como “profunda reflexión sobre los límites del planeta y sus recursos, con el fin de diseñar un nuevo modelo de sociedad”. El diagnóstico que realizan es correcto y científicamente indudable. Pero, el problema no es conocer los riesgos en que estamos sumergidos, que se conocen científicamente con bastante precisión, sino plantear caminos viables para afrontarlos en un mundo que, como señalan, está regido por poderes militares, económicos, de información, manipulación y “culturalización” absolutamente decididos a mantener las tendencias dominantes que perpetúan sus intereses en el marco de una sociedad capitalista de consumo, profunda y crecientemente desigual.
Optan por defender políticas que podemos considerar inmersas en lo que se ha venido en denominar transición ecológica por la propia UE o por el Gobierno de coalición español en el marco inicial de las Emergencias climáticas decretadas en 2019, antes de la profunda crisis generada por la pandemia de la Covid-19. Pero van más allá, destacando que la solución “pasa por el decrecimiento y por un cambio estructural de los parámetros sociales, económicos y políticos en los que nos movemos actualmente” para lo que reclaman que “la lucha material es tan necesaria como la batalla cultural, o el camino hacia una nueva sociedad tendrá más enemigos que adeptos a la causa y será un proyecto que nacerá con pocas posibilidades de prosperar”.
Pero, como hemos señalado, el problema no es de diagnóstico y de conocimiento de las causas profundas de las crisis a las que nos enfrentamos, sino de posibilidades de acción para la transición ecosocial necesaria. En este sentido, proponen medidas concretas, de diverso nivel de viabilidad para España, pero muchísimo menor para el conjunto del planeta, que es lo que se requeriría para avanzar en esa transición ecosocial global. Una síntesis de las medidas podría ser:
- El reparto del trabajo, con la disminución del tiempo de trabajo y con salarios que cubran las necesidades de una vida digna.
- Un nuevo modelo de producción de alimentos, capaz de autoabastecer los territorios.
- Un cambio y reducción de las pautas del consumo, pasando de persona consumidora a persona usuaria, y del comercio, pasando del valor de cambio de distintos productos y servicios a su valor de uso.
- Diseñar y producir los productos para que den una respuesta duradera. La reparabilidad y durabilidad deben de ser requisitos obligatorios.
- Favorecer la relocalización de la producción de subsectores industriales y primarios cerca de las áreas de consumo, para reducir el impacto contaminante del transporte marítimo y aéreo.
- Favorecer la internalización o reinternalización de determinados servicios para potenciar el servicio público frente al interés privado, menos garantista desde el punto de vista ambiental.
- Cambiar el modelo de ciudades y regiones ordenándoles de acuerdo con las necesidades y bienestar de las personas; haciéndoles no dependientes de la movilidad en coche, priorizando desplazamientos a pie, en bicicleta o en transporte público. Y con una producción y consumo basados prioritariamente en los recursos locales y en el comercio y servicios de cercanía.
- Poner coto al tecno-optimismo, y rediseñar procesos y productos para que sean reutilizados y reciclados de una forma sencilla.
- Pensar qué industrias son imprescindibles y qué industrias no pueden consumir los recursos finitos que no tenemos, y, por tanto, cuestionar la existencia de determinados sectores industriales, agrícolas y/o ganaderos. ¿Es necesaria, por ejemplo, la industria armamentística?
- Preservar recursos y materias primas no sustituibles de forma que en los territorios donde se produzcan las extracciones haya una atención prioritaria para quienes los habitan y las generaciones futuras.
- Repensar ocio y turismo en un país especializado en el turismo de sol y playa.
- Promover una planificación democrática, realizada desde la reflexión de toda la sociedad.
Pocas personas desde el socialismo, o incluso desde la socialdemocracia cuestionarían la conveniencia de la mayoría de las medidas propuestas. E, incluso, muchos señalarían que una parte significativa de las mismas están entre los objetivos del actual Gobierno de coalición español y plasmadas en actuaciones concretas de su transición ecológica y social para tratar de incidir en la disminución de desigualdades, en la recuperación del papel de lo público y en la descarbonización y en la desmaterialización de la actividad económica. Y ello, ampliando algunas de las líneas definidas inicialmente en el Pacto Verde Europeo y sus opciones por el desacoplamiento del crecimiento respecto a la economía del carbono, su impulsión a la economía/ingeniería circular como base para una cierta desmaterialización, y su fe en la tecnología (transición digital) para el sustento de un “capitalismo verde”.
Pero desde las páginas de esta Sección de Políticas de la Tierra se ha constatado la insuficiencia de estas medidas para evitar la progresiva gravedad de una crisis ecosocial, en una sociedad de consumo capitalista que no se cuestiona, ni es materialmente posible cuestionar, en el marco global actual. Crisis cuyos costes en términos de efectos derivados del calentamiento global, del incremento de las desigualdades y de la puesta en cuestión de la sostenibilidad del patrimonio natural, pueden ser catastróficos a no muy largo plazo para el conjunto de la humanidad y, particularmente, para los más desfavorecidos.
El desborde de los límites planetarios asociado a la industria petroquímica.
Los combustibles fósiles, y en particular el petróleo, han tenido –y tienen- también una dimensión fundamental como input productivo histórico en ámbitos como el sector primario, donde su contribución a la “revolución agrícola” ha sido ampliamente significativa desde inicios del siglo XX, particularmente como materia prima utilizada en la expansión de los fertilizantes y pesticidas a partir de la década de 1930[8], que ha posibilitado la alimentación de una población mundial en fuerte crecimiento. Pero que, simultáneamente, ha contribuido de forma muy importante al desbordamiento de los límites del planeta, como apreciábamos en el Cuadro 1 y la Figura 1.
A partir de la década de 1950, una industria petroquímica, que había desempeñado un papel creciente en las dos Guerras Mundiales, multiplicó la producción de productos químicos derivados del petróleo, sustituyendo el uso de una amplia variedad de productos naturales (la madera, el vidrio, el papel, el caucho, los fertilizantes o fibras naturales, etc.) por una amplia y extensa variedad de plásticos, fibras sintéticas, etc., convirtiendo a esta industria y a los productos derivados de la misma en una de las fuentes más preocupantes de contaminación y de generación de desechos que llevan a una de las superaciones de los “límites del planeta” más preocupantes en la situación actual.
Atendiendo a los propios datos de la Agencia Internacional de la Energía previos a la crisis de la Covid-19 y de la invasión de Ucrania[9], la dinámica prevista para la producción de químicos primarios por regiones globales se aprecia en la Figura siguiente.
En todo caso, estas producciones de la industria petroquímica se consideran una de las fuentes futuras principales de la demanda de petróleo, ya que no existe ninguna alternativa viable al petróleo como materia prima básica para esta producción sintética. El crecimiento de la producción de plástico se está acelerando, fundamentalmente en los países del Golfo, con la priorización por Arabia Saudí de esta industria petroquímica, y en China. Pese a las medidas adoptadas en entornos como el de la UE, esta expansión tiene repercusiones ecológicas globales crecientes y muy significativas, ya que más del 80% de todos los residuos plásticos producidos se están vertiendo directamente, o incinerándose, con graves problemas ambientales acumulativos.
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[1] Rockström, J. et alt. (2009).- Planetary boundaries:exploring the safe operating space for humanity. Ecology and Society 14(2): 32. https://www.stockholmresilience.org/download/18.8615c78125078c8d3380002197/ES-2009-3180.pdf Los límites planetarios delimitan el espacio que se considera seguro para la sostenibilidad del desarrollo humano sobre la tierra, atendiendo a la situación de los nueve denominados reguladores del estado del sistema Tierra.
[2] Garzón, A. (2022).- Los límites del crecimiento: ecosocialismo o barbarie. 18 de abril de 2022. https://la-u.org/los-limites-del-crecimiento-ecosocialismo-o-barbarie/
[3] https://izquierdaunida.org/2022/04/08/decrecer-para-vivir/
[4] https://monthlyreview.org/2022/04/01/for-an-ecosocialist-degrowth/
[5] Wang-Erlandsson, L., Tobian, A., van der Ent, R.J. et al. A planetary boundary for green water. Nat Rev Earth Environ (2022). https://www.nature.com/articles/s43017-022-00287-8
[6] https://www.stockholmresilience.org/
[7] Véase el artículo de la Revista: ¿DECRECIMIENTO, REDISTRIBUCIÓN O NUEVO MODELO DE DESARROLLO? Publicado por Antonio Serrano | Sep 24, 2021 | Políticas de la Tierra | https://fundacionsistema.com/decrecimiento-redistribucion-o-nuevo-modelo-de-desarrollo/
[8] Un análisis del papel de “la energía en la agricultura” puede aproximarse a partir de las obras de Smil, V. (2018). “Energía y civilización. Una historia”. ARPA. Barcelona. 2021 (Págs. 426 a 435) y de Smil, V. (2019). “Growth: From Microorganisms to Megacities, MIT Press. Cambridge. 2019, donde señala que la disponibilidad de tierra fértil es limitada, estimando que, como máximo, cabría ampliarla en un 5% sobre el nivel ya existente; que el incremento del rendimiento agrícola está condicionado por los límites de la eficiencia fotosintética, aunque queda un margen significativo para el incremento tecnológico de la producción, a través del uso de fertilizantes y pesticidas. No obstante, ello lleva a una carga sobre los flujos biogeoquímicos muy por encima de la línea de equilibrio sostenible. Él mismo señala que la agricultura afronta ahora desafíos importantes como efecto del cambio climático que inciden sobre el estrés térmico, la sequía y la erosión del suelo fértil. Además, en línea con las perspectivas “decrecentistas”, Smil sostiene la inviabilidad del crecimiento económico continuo frente a la limitada capacidad de la biosfera para afrontar sus cargas medioambientales; que la desmaterialización de la economía solo puede ser relativa; y que, necesariamente, se llegará a un prolongado estancamiento económico global, con un declive social incontrolable, salvo que se proceda a una drástica reducción de la cantidad de energía y materiales utilizados por las sociedades modernas.
[9] AIE (2018).- “The Future of Petrochemicals: Towards more sustainable plastics and fertilisers”. https://www.oecd.org/publications/the-future-of-petrochemicals-9789264307414-en.htm