Texto publicado por nuestro compañero Jose Luis Fdez. Casadevante Kois en EL DIARIO
Según la RAE, el adoctrinamiento consiste en inculcar en alguien determinadas ideas o creencias. Una palabra cuyas resonancias evocan imaginarios totalitarios, imposición en las formas de ver el mundo, falta de libertad de expresión y sistemas educativos perversos. No es casualidad que se haya escogido para justificar la retirada del currículo de educación secundaria, en la Comunidad de Madrid, términos como: ecosocial, ecofeminsimo, Objetivos de Desarrollo Sostenible, memoria democrática…
Al acusar de “terminología ideológica” a la Agenda 2030 impulsada desde Naciones Unidas, se está cuestionando el mayor consenso global que existe. Al burlarse de las palabras que desde el ecologismo tratan de nombrar los problemas y alumbrar los cambios que necesitamos, se pretende invalidar las propuestas más serias y rigurosas alineadas con el mejor conocimiento científico. Ante la progresiva apertura de la esfera pública, y especialmente del entorno educativo, a debatir de estas cuestiones, la respuesta es una ofensiva que pretende cerrar la conversación. El terraplanismo político ataca preventivamente, elude las discusiones en nombre de la defensa de la libertad y de unos valores amenazados.
A lo largo de nuestra historia, los procesos de renovación pedagógica y de ecologización del sistema educativo han avanzado junto a los procesos de democratización de la sociedad. Contextos en los que las reformas educativas coincidían con el desarrollo de horizontes transformadores que desbordaban el recinto de la escuela.
Recordemos cómo los movimientos por la libertad de cátedra fueron el germen de la Institución Libre de Enseñanza, una de las experiencias internacionales más importantes de reforma educativa de su tiempo. Entre sus innovaciones se encontraba el desarrollo del laicismo y el racionalismo, la educación infantil y secundaria, la supresión de los exámenes, la sustitución de los rígidos programas y los libros de texto por clases prácticas, los avances en coeducación… y la introducción de las cuestiones ambientales. De forma pionera incorporaron el contacto directo del alumnado con la naturaleza mediante clases experimentales, excursiones y acampadas, así como con la puesta en marcha de huertos escolares.
Medio siglo después, a la salida de la dictadura, los Movimientos de Renovación Pedagógica MRP reactualizaron los principios de la educación activa y cooperativa, introdujeron las propuestas educativas alternativas y sugerentes de la época, como Sumerhill o Barbiana, y abordaron debates como la desescolarización o la educación no directiva. En medio de esta efervescencia pedagógica, los MRP fueron también pioneros en la reintroducción de las cuestiones ecológicas en los centros escolares, siendo protagonistas destacados de la traducción a nuestro contexto de las corrientes internacionales que impulsaban la educación ambiental en esos años.
Un rasgo que comparten ambas experiencias es su preocupación por transformar los sistemas educativos de su tiempo. En ellas late una sensibilidad por la justicia social que resulta determinante a la hora de entender cómo las innovaciones deben trasladarse a la educación pública, logrando que sean universalizables y lleguen al conjunto de la población. Este diálogo entre sociedad y escuela, entre experimentalismo e institucionalización, sigue siendo pertinente.
El escritor de ciencia ficción HG Wells solía decir que la civilización es una carrera entre la educación y la catástrofe. Y si hay una catástrofe sobrevolando el horizonte es la crisis ecosocial, que nos garantiza que vamos a vivir tiempos de ruptura, donde las condiciones ambientales y económicas van a irse volviendo progresivamente hostiles. El modelo convencional de aprendizaje de “mantenimiento”, útil para la reproducción cultural de una sociedad, no resulta funcional en un contexto de discontinuidad histórica.
Detrás de las acusaciones de adoctrinamiento y de usar “términos ideológicos” lo que se esconde es la normalización del modelo dominante, la justificación de las desigualdades y un inmovilismo reaccionario. Tras la naturalización del sistema dominante se encuentra su negativa a ecologizarlo. En esas condiciones la escuela se convierte en la agencia de publicidad que te hace creer que necesitas la sociedad tal y como es, como decía Ivan Illich.
Mi hijo va a la educación pública madrileña y el miedo que compartimos la mayor parte de las familias no es que adoctrinen a la infancia, sino que se profundice el deterioro de nuestros colegios y de las condiciones de las personas que en ellos trabajan. Madrid es la comunidad autónoma que menos invierte por alumno y la región donde existe una mayor segregación educativa por cuestiones económicas a nivel europeo.
Negar la importancia de las cuestiones ecosociales es una forma de profundizar este abandono institucional, pues niega la trascendencia de que se adquieran habilidades y conocimientos que van a resultar imprescindibles para comprender e intervenir sobre un mundo en transformación. La educación ecosocial plantea la necesidad de ecologizar el currriculum y los procesos pedagógicos, ambientalizar las escuelas (patio, huerto, comedor, residuos, energía, política de compras…) y facilitar una reconexión con la naturaleza que permita vivir experiencias significativas (excursiones, campamentos, grupos de senderismo familiar…).
No existe educación objetiva pues sería transmitida por objetos y no por personas. No hay neutralidad sino compromiso con unos mínimos consensos en contenidos y valores compartidos, que han sido forjados mediante largos y complejos procesos de validación institucional. A algunas personas les parecerá una agenda excesiva, a otras nos parece demasiado poco transformadora, la virtud de la educación pública es que en esos consensos mínimos cabemos todas. Y por ello están siendo atacados.
Antes los poderosos negaban la educación a las clases populares, hoy les niegan la educación ecosocial. Detrás de estas guerras culturales, en muchas ocasiones, se disfraza la lucha de clases. La ecología es indispensable para entender que la justicia social es inseparable de la justicia ambiental. Los barrios donde se concentra la pobreza, el fracaso escolar, la mala nutrición o la menor esperanza de vida son los mismos que se sitúan más cerca de infraestructuras tóxicas como incineradoras, vertederos, depuradoras o polígonos industriales, tienen menos zonas verdes o sufren los peores efectos durante las olas de calor.
La democratización de la educación ecosocial supone integrarla de forma vertebral en la educación pública, de forma que tenga capacidad para revolucionar diversos aspectos de la vida escolar; a la vez que se va más allá del sistema educativo para convertirla en una herramienta capaz de ecologizar otras realidades como las familias, los movimientos sociales, los sindicatos, el cooperativismo o las empresas. Este proceso implica la necesidad de que la educación ecosocial dialogue y se enriquezca con otros campos del conocimiento: pedagogías críticas (comunidades de aprendizaje, aprendizaje cooperativo…), economía social y solidaria, arte y comunicación, ciencia y saberes tradicionales, mediación y gestión de conflictos socioambientales…
La educación ecosocial no es una fórmula para que los adultos nos descarguemos de nuestras obligaciones y traslademos a las generaciones más jóvenes todavía más responsabilidades a la hora de evitar la catástrofe. Más bien es la forma en la que nos hacemos cargo de un compromiso conjunto a la hora de comprender la complejidad del mundo y protagonizar su transformación.