Texto publicado por nuestro compañero Jose Luis Fdez Casadevante Kois en CTXT
Los mitos, los cuentos o las fábulas han sido durante milenios el principal método por el que nos comunicábamos. Así que no es de extrañar que nuestro cerebro se haya modelado mediante el arte de contar historias; algunos etnólogos y comunicadores defienden una influencia determinante de las narraciones en la evolución humana, apelan a que somos un Homo Narrans. Las historias nos permiten construir visiones compartidas de la realidad, consolidar o cuestionar creencias, y dotar de sentido a la vida; son uno de los mecanismos esenciales a través de los que la sociedad se representa, se cuenta y da cuenta de sí misma.
El poder de los relatos y las ficciones
Hoy somos plenamente conscientes de que las ficciones nos entretienen, pero no tanto de que simultáneamente cumplen una función fabuladora: nos ayudan a comprender el mundo que nos rodea, suscitando curiosidad e interés por las temáticas de la vida cotidiana, y permitiéndonos reelaborar aquellas experiencias que son objeto de nuestras inversiones afectivas más intensas y fuente de nuestros comportamientos emotivos más profundos. Además las historias son una herramienta educativa que nos habilita para preservar, construir y reconstruir los imaginarios sociales; y fuente de socialización que alimenta nuestras conversaciones diarias.
En tiempos recientes la neurociencia ha demostrado científicamente el poder de los relatos, al ligarlos a las raíces de la emoción compartida y la empatía. Al escuchar historias la mente de quien narra y de quien escucha se sincronizan, activan las mismas áreas cerebrales; y lo que es más importante, no solo se activan en nuestro cerebro las áreas donde procesamos el lenguaje, sino también aquellas que usaríamos al experimentar en primera persona aquello que nos están contando. Mientras escuchamos relatos, de forma inconsciente, tratamos activamente de relacionarlos con nuestras propias vivencias. Frente a la mera transmisión de información, el cerebro adora los relatos porque no distingue del todo entre leer o escuchar atentamente una historia, y vivenciar dicha experiencia en la realidad. Continuar leyendo