Nuestro compañero Florent Marcellesi publica este artículo en El Salto
¿Tenemos que rescatar a Iberia y Vueling? ¿Tenemos que rescatar a la industria automovilística con un nuevo Plan Renove? Si pensáramos como en el siglo XX, la respuesta sería sí, sin duda. Son decenas de miles de empleos y sectores estratégicos para un desarrollo basado en el coche individual y en el viajar cuanto más lejos y rápido, mejor.
Sin embargo, ya no estamos en el siglo XX, sino en el XXI. Además del empleo y de la industria, existe una nueva cuestión fundamental: la sostenibilidad de la vida. La emergencia sanitaria ya ha puesto en evidencia la fragilidad de nuestras sociedades y la centralidad de la salud como prioridad social y política. Sobre nosotros se cierne otra crisis entrelazada con la primera, y a estas alturas ya bien conocida y analizada, y de efectos sanitarios, sociales y económicos muchos más devastadores a medio y largo plazo: la emergencia climática.
Asimismo, es bien sabido que el transporte es unos de los sectores que más contamina nuestra salud y más contribuye al cambio climático. La quema de gasoil o diésel en los coches o de queroseno en los aviones deja decenas de miles de vidas humanas truncadas cada año y aún más en el futuro. Por tanto, volver a rescatar estos sectores para que todo siga igual, o simplemente con correctivos verdes al margen, como el anunciado por el Gobierno, sería cometer un error garrafal, que comprometería nuestra salud y supervivencia a medio y largo plazo.
En vez de un Plan Renove, necesitamos un Plan de choque por la movilidad sostenible, donde todos los esfuerzos económicos se destinen a apoyar la nueva movilidad limpia, innovadora y eléctrica de fuentes renovables
Al mismo tiempo, ante el shock económico que ha sufrido este sector, con la consecuente pérdida de numerosos empleos, es también evidente que los poderes públicos tienen que actuar. Ahora bien, lo pueden hacer de dos maneras. Pueden repetir los errores de la crisis de 2008, cuando se privatizaron los beneficios y socializaron las pérdidas sin ningún tipo de condicionalidad socioecológica, por ejemplo lanzando a lo bruto un Plan Renove que ancló para años la movilidad insostenible del siglo pasado. O con valentía ante la encrucijada histórica en la que nos encontramos, pueden aprovechar las enormes ayudas previstas al servicio de una gran transición ecológica y justa, que marcará los próximos decenios.
Así que primero se trata de poner condiciones ecológicas claras a los rescates y planes de recuperación, además de no operar en paraísos fiscales, no repartir dividendos y terminar con la brecha salarial de género. Solo habrá rescate si se cumple el Acuerdo climático de París. El rescate es a cambio de un esfuerzo y reestructuración sin precedentes del sector, para contribuir a la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero a un ritmo, según Naciones Unidas, de 7.6% al año. El rescate tiene precio, y es climático.
En concreto, si hablamos del sector automovilístico, no puede haber ayudas para los coches del pasado, ya sean de gasoil o diésel. En vez de un Plan Renove, necesitamos un Plan de choque por la movilidad sostenible, donde todos los esfuerzos económicos se destinen a apoyar la nueva movilidad limpia, innovadora y eléctrica de fuentes renovables.
Hay que redimensionar el sobredesarrollado transporte aéreo para ajustarle al contexto de emergencia climática y de crisis económica post covid-19
Hablamos de una inversión masiva para fomentar el uso seguro de los medios limpios, como la bici, el transporte colectivo y público o el coche compartido. Inyectar dinero sí, pero para establecer un fondo estatal extraordinario para el transporte público, incluyendo infraestructuras y ayudas para la movilidad activa peatonal y ciclista, proponer tarifas atractivas frente al transporte privado, incentivar la compra, reparación y uso de las bicicletas no motorizadas y eléctricas, o aportar ayudas para la adquisición de coches eléctricos, empezando por los vehículos de servicios y distribución urbana de mercancías. O sea, inyectar dinero con sentido común climático y de salud pública.
Para las compañías aéreas, la lógica es la misma. Rescate sí, pero con condicionalidad socioecológica. El dinero público se tendría que utilizar para poner en pie un plan de viabilidad que se base en una proyección realista: hay que redimensionar el sobredesarrollado transporte aéreo para ajustarle al contexto de emergencia climática y de crisis económica post covid-19. En concreto, es preciso poner coto al insostenible modelo low cost, reducir los vuelos de corta distancia, empezando por los que tienen alternativa de tren y, conjuntamente con la UE, impulsar y recuperar los trenes nocturnos de larga distancia, así como racionalizar el número y tamaño de los aeropuertos. Para que coja vuelo la transición ecológica, el sector aeronáutico tiene que aterrizar en la pista climática.
En paralelo y de forma prioritaria, es necesario rescatar a las personas trabajadoras de estos sectores. Primero a corto plazo, es precisa una red para que nadie se quede atrás, a través de una renta básica de emergencia y luego permanente. Y se trata de poner en marcha, desde ya, planes de transición hacia una industria de movilidad con cero emisiones e intensivos en empleos de calidad y sostenibles, para satisfacer la creciente demanda de alternativas a los motores de combustión y la infraestructura de carga, tanto para automóviles, como para furgonetas o autobuses. Esto iría acompañado de programas de formación continua, que brindarían nuevas oportunidades profesionales a las personas trabajadoras del sector del transporte fósil hacia la movilidad sostenible y limpia, y otros sectores verdes. La transición será justa o no será.
Para que coja vuelo la transición ecológica, el sector aeronáutico tiene que aterrizar en la pista climática
Y para generar margen presupuestario, es el momento de realizar una moratoria en la ejecución de las partidas de gasto en las grandes infraestructuras. Hasta no realizar una evaluación de su viabilidad económico-financiera futura, a la luz del panorama postcrisis y de los cumplimientos del Acuerdo climático de París, nada justifica seguir con el Tren de Alta Velocidad o la ampliación de aeropuertos como el Prat. Junto con una tasa sobre el queroseno hoy inexistente, ¡cuánto dinero podríamos redireccionar de estas partidas presupuestarias hacia las políticas de movilidad e infraestructuras sostenibles!
La crisis de la covid-19 es un punto de inflexión. Aprendamos de ella para cambiar de rumbo hacia la justicia social y ecológica. Y para ello, tengámoslo claro: no rescatemos el mundo de ayer, invirtamos en el mundo de mañana.
Estoy totalmente de acuerdo, y pienso que somos ya muchos los que pensamos que la tierra nos lleva dando señales de alarma, la última el Cobit19, para que nuestra especie cambie su actuación absolutamente desquiciada sobre ella
Debemos unirnos todos los que pensamos en esto para ser fuertes contra la oleada de políticos que solo incitan al consumo como un bien legítimo por encima de cualquier otra forma de vida, que además supuestamente da la felicidad a una sociedad insatisfecha
Ojalá seamos capaces de transmitir este pensamiento y poder cambiar el rumbo fatal que hemos tomado